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“Secuestro”, de esta manera califico dieciocho años de socialismo. Tiempo durante el cual no sólo se han raptado las instituciones, el Estado de Derecho, las libertades individuales y el poder político en general, sino también la dignidad del venezolano.

Un secuestro del que algunos logran escapar cruzando la frontera, otros pocos lo hacen desde un aeropuerto, en búsqueda de la estabilidad tanto financiera como emocional. Y luego, está este peculiar grupo de personas del cual me he percatado, al que metafóricamente le atribuyo ser portadores del síndrome de Estocolmo.

Ciudadanos comunes que diariamente me topo en la calle, que tienen uno y sólo un tema de conversación; el de cuánto ha aumentado tal producto, o los días que tienen sin algún servicio básico. Pero que luego de exponerte -con desespero- todas sus inquietudes, esbozan una frase que contradice totalmente todo lo que acaban de manifestar… “pero al menos…”

Es necesario tener claro que no es para nada normal viajar en camiones que suplantan al transporte público, ni mucho menos algo tan dantesco como gente comiendo de la basura. No debemos ser indulgentes ante tal situación, no podemos acostumbrarnos a lidiar con ellas, porque consecuentemente nos volvemos cómplices, ya que la apatía y la indiferencia dan como resultado una complicidad silenciosa, y dicha complicidad con los captores, es una de las características del síndrome.

No es normal una escasez de agua, donde pasamos 12 horas diarias sin la misma, o hasta más, “pero al menos la pusieron una hora”. Tampoco es normal pagar absolutamente todo, desde las cosas más insignificantes, hasta las que son un poco más costosas, con tarjeta de débito o crédito porque estamos siendo azotados por una hiperinflación, y ni siquiera podemos conseguir dinero en efectivo. Y ni hablar de lo anormal que es que el Estado sea el que provea la comida que llega a tu hogar mediante unas míseras cajas mensuales… pero lo verdaderamente triste de esto último, son personas alegrándose por ello, porque la necesidad así los obliga, y tienden a caer en un vínculo afectivo con los ya mencionados captores, esta es otra característica del síndrome de Estocolmo.

Atravesamos la crisis humanitaria más fuerte de toda la historia de nuestra nación, y me atrevo a decir que de toda la historia suramericana. Presos de un narco-Estado, que con una ideología obsoleta, han arrasado y destruido la empresa privada, generando de esta manera una involución general en el país y en consecuencia, caos y pobreza.

Han usurpado nuestras libertades, han profanado nuestra dignidad humana, pero hemos sabido mantenernos en pie de lucha, en un país donde más que vivir, debemos sobrevivir. Mi mensaje es que no desistamos, que no nos acostumbremos a estos atropellos que diariamente experimentamos, que no seamos cómplices de nuestros captores ni miremos silentes como nuestra nación se hunde en la miseria. Es hora de rescatar a Venezuela, una verdadera Tierra de Gracia, y convertirla en un país rico de verdad.

Bryan García

Twitter: @garciasylum