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Las sociedades deben cuidarse y hacer el constante intento de purgarse de élites que se asumen merecedoras de estar inmóviles y perpetuas como el Ávila, o que incluso, son capaces de comportarse de una manera tan mentalmente soberbia y de tamaño inmenso como pues, lo es el mencionado cerro caraqueño. Las principales antenas opinativas de un país, no pueden ser un grupo de siempre los mismos que al agarrarle cariño a su posición privilegiada, de y con cierto Poder, se conviertan en irascibles personajes con ideas sosas alérgicos a la crítica y cuyos modos para pensar, decidir y actuar, deriven de lo arcaico y carezcan de sintonía con las realidades nacionales y con los nuevos tiempos.

Inevitablemente, en cada generación, habrá un cierto monto de individuos unidos o no, que estén de acuerdo o no, que pudieren ser excelentísimos o no; pero que en definitiva, recae en ellos una responsabilidad de conductores mundiales, nacionales o gremiales. Vehículos de las ideas. Guías de los planteamientos a veces difíciles de digerir por los ciudadanos. Tercos recordantes de lo que no se puede olvidar para que no ocurran de nuevo las desafortunadas desgracias pulverizadoras de toda cosa. Deberían ser impulsores fértiles de la economía libre. Deberían ser el soporte cultural para que la sociedad no muera de simplismo costumbrista y atrasado, o peor, de libertinaje. Deberían ser alarma para los despertares sociales cuando fuere que sea el caso. Deberían aprovechar sus puestos envidiables por tan primordiales.

Pero cuando estas gentes ya posicionadas en las élites varias, poseedoras de cierta audiencia y de influencia sobre la misma; no comprenden la realidad que los rodea y apelan al egoísmo rábico, y conducen directo a la penumbra haciendo de egregios erróneos para mantenerse ellos con la poca luz existente, y son buses destartalados y auspiciantes de volteretas cansonas con ideales precarios cero admirables, y no son guías promotores del entender los planteamientos complicados por nuevos, sino que lamentablemente ahondan la ignorancia de sus seguidores hablando de lo fácil y lo caduco y lo simple, sea en lo político, cultural, social o económico; y que con disimulo transformándose en adulones de lo mediocre y lo blandengue, olvidan con total y sospechoso descaro y promueven el olvido atado al perdón injustificable de seres nauseabundos. Y que destrozan la economía y la cultura para proteger sus intereses malsanos colaborando con el hundimiento de la sociedad; entonces, si acaeciese tan inaudito acontecimiento, sí y sin ninguna duda, antes de que sea tarde, hay que desplazarlas.

El español José Ortega y Gasset señala en su libro El Tema de Nuestro Tiempo (1923) lo siguiente: “Ha habido generaciones que sintieron una suficiente homogeneidad entre lo recibido y lo propio. Entonces se vive en épocas cumulativas. Otras veces han sentido una profunda heterogeneidad entre ambos elementos, y sobrevinieron épocas eliminatorias y polémicas, generaciones de combate. En las primeras, los nuevos jóvenes, solidarizados con los viejos, se supeditan a ellos; en la política, en la ciencia, en las artes siguen dirigiendo los ancianos. Son tiempos de viejos. En las segundas, como no se trata de conservar y acumular, sino de arrumbar y sustituir, los viejos quedan barridos por los mozos. Son tiempos de jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva».

De modo que si sucediese el enmohecido caso de los mismos hombres por varias décadas utilizando sus tribunas para mantener sus pensamientos desfasados y ventajas sociales en pro de preservar el statu quo negligente, contribuyendo a la involución por necedades políticas enemigas del suscite de los avances y además, con arrugas no solo en sus pieles sino en sus ideas, y en la moral, y en las observaciones difíciles de considerar adecuadas, entonces la acción necesaria es la que Ortega y Gasset define como tiempos de jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva. Para lograr los más puros y buenos porvenires, requiere de suma determinación contribuir al desplazamiento de élites de toda índole, o de ciertas gentes, que sean adefesios de la intelectualidad, militantes del amiguismo oxidante, y claras obstaculizaciones del progreso.

Es indiscutible que las élites son importantes para el rumbo que un país tome, las masas prestan atención a un cúmulo de personas para llevar a cabo decisiones, y eventualmente el uno tomará como ejemplo a gentes selectas. De manera que quien esté en la mediática, sindérica y disfrutable bacante elitista, será conductor hacia un destino, y encima de esa responsabilidad grandísima, habrá un porcentaje pesado de una nación.

 

@edurodriguezmo