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Este miércoles 25 de julio se celebra un día importante para nosotros como caraqueños, se celebra el año 451 del natalicio de nuestra ciudad.

Creo que todos los ciudadanos sienten lo mismo que yo, un hibrido de amargura y felicidad. Felicidad porque sólo no habitamos la ciudad que fue la capital de la entrada al Sur América, sino porque la vivimos con todas sus virtudes y defectos, con su inseguridad, con las ansias de progreso que se respira en las parroquias y todos sus sectores.

Me siento feliz de vivir en la ciudad cuna de la libertad americana y estandarte de rebeliones, por la variedad cultural que ofrece en tanto su arquitectura; que va desde el estilo gótico de las iglesias que se asemejan a la búsqueda del perdón del individuo, así como la de gloria ante la supremacía de un Dios; pasando por lo renacentista combinado con lo neoclásico del Teatro Municipal y el Capitolio que funge como sede la Asamblea Nacional legitima, así como de la inconstitucional ANC;  hasta culminar en el modernismo del complejo Parque Central, la incompleta pero ganadora de un premio arquitectónico Torre de David, y el fallido Helicoide -que en su momento fue un centro comercial revolucionario de la arquitectura latinoamericana-.

A toda esta expresión artística le sumamos lo social, siendo la ciudad del encuentro y la armonía cultural. Siento respeto hacia este Valle, porque el que sobrevive a Caracas la llamada por el argot popular como «la sede del infierno en la tierra» puede vivir en cualquier lugar del mundo, dado a las condiciones infrahumanas en las que tratamos de llevar a cabo nuestro día a día.

Lo amargo de esta ciudad es ver el acelerado deterioro que se ha presenciado desde hace cuatro años, como la involución de nuestra calidad de vida se ha normalizado y como una persona que trabaja más de horas al día le toca irse caminando desde su trabajo hasta su casa por el calles oscuras e inseguras, por aceras deterioradas o que simplemente no existen -Vaya amor por Caracas siente el régimen-, todo esto es debido a la política de la dictadura de acabar con los servicios básicos y así volvernos esclavos, y sumisos ante ellos.

Es bastante triste ver como los buenos gustos de la arquitectura venezolana se ha difuminado ante la miseria socialista de la cual son víctimas las personas que trabajan y aun así comen de la basura por no tener el suficiente valor adquisitivo para poder comprar un mercado quincenal, vemos como el afecto humano y la calidez se ha ido desvaneciendo por el contexto que los apremia.

A pesar de todo esto yo creo en toda mi generación, aquella que se encuentra estudiando y formándose para ser profesionales en un futuro no muy lejano. Creo en mí y en ustedes, porque sé que los que nos quedaremos estaremos trabajando para volver a tener el PIB más alto del sur de América, por volver a tener a nuestra Caracas como la perla de Venezuela.

Cada quien aportando desde su espacio… Jorge Pérez con el turismo creando espacios que insten a los turistas a recorrer La Pastora, La Candelaria y la plaza de los museos con paquetes turísticos que insten el reconocimiento y respeto de nuestro patrimonio.

Génesis aportando de su área contable trabajando con diversas empresas e incentivando a la implementación y supervisión de programas de responsabilidad social donde inviertan en la recuperación de las áreas comunes de la ciudad.

Todo esto pasará si nos atrevemos a soñar y nos preparamos para cumplir nuestras metas. No será fácil pero tampoco será imposible, todo dependerá de nuestra constancia, nuestra resistencia y que tan preparados estamos. ¡Ánimos que si puede!

Samuel Borges  

Coord. Activismo, Vente Joven Distrito Capital