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La materialización del infierno hecho país. El peor mundo posible. El apocalipsis. The Walking Dead. Esas y demás definiciones han de pasar justificadamente por la mente de cada venezolano dentro o fuera de Venezuela, afirmando pues, con razón, el acabose atroz y decisivo. Básteme destacar, que para simplificar tales desahogos y también las explicaciones a tanta ruina, una sola palabra es suficiente, una sola idea es la culpable, una sola maldición es la que mata todo; en 1983 Carlos Rangel diría que: “Las explicaciones para los grandes problemas suelen ser sencillas”, en nuestro caso lamentable: comunismo.

Sospecho que una actitud natural del ser humano es mantenerse optimista, no asumirse derrotado totalmente, es un mecanismo de defensa que genera fuerza para superar obstáculos de toda índole; y desde luego, en paridad con lo primero, el pesimismo es naturalísimo cuando se enfrentan gigantes crueldades asfixiantes que al parecer estarán permanentes y sin esperanzas de luz al final del túnel. La realidad pues, es que ciertamente, el desastre es inminente y tal vez con incrementación agregada. ¿Pero qué más se puede esperar cuando impera el comunismo, o, el socialismo que es comunismo en feto?

Por supuesto, ¿quién se hubiere imaginado estas funestas vivencias auspiciadas por un dictador comunista muy obeso? Ni siquiera los anteriores tiempos oscuros de Venezuela, contados con mucho esmero terrorífico por los testigos y/o herederos de aquellas calamidades, habían sido tan de oscurana como el que lamentablemente transcurre; en los cuales resaltan: los adioses dolorosos, familias fragmentadas, roturas culturales, moral corrompida, economía destrozada, muertes muchísimas, inanición, éxodo en estampida, desbaratamiento nacional con riesgo de arrebatamiento territorial, escombros por doquier y otros lamentables que causan rabia y tristeza en demasía, porque sí y sin ninguna duda, es injusto, terrible e inmerecido lo que nos acaece a los venezolanos.

Pero, la contraparte un tanto escondida no luce tan tenebrosa para la suerte de nosotros. Porque detrás de todos los escombros hay gente que piensa, hay gente que trabaja, hay que crea y hay gente que cree en un fin, que es el fin en sí mismo. Es innegable que un cumulo importante de personas han entendido que el horror es sistemático, es un plan malévolo para pulverizarnos a todos, es la idea de destrucción de un país, que es el mío y que es el nuestro.

Entonces cuando se asimila que la culpa realmente no nos pertenece en su totalidad, y se asumen ciertas responsabilidades y deslices evidentes, y se señala como el culpable absoluto al comunismo asesino, ya parte del trabajo arduo está hecho. Y no hay otra opción pues, que dirigirse hacia lo contrario del desastre, que es el liberalismo, y el pensamiento, y la crítica necesaria, el orden, la prosperidad, el trabajo, la educación, las tradiciones, los valores, y sentarse a la derecha porque desde allí, sí y sin ninguna duda, todo se ve y ocurrirá mejor.

Detrás de todos los escombros, insisto, hay gente que piensa, y trabaja diariamente porque no concibe otra manera de lograr algo sino trabajando, porque si para algo servimos los venezolanos, es para trabajar. Y también hay gente que crea para desplazar a lo rural y atrasado y básico que ya no soportamos porque así no somos nosotros, y por último, con todo el dolor de los agrietajes y de las separaciones: hay gente que extraña, suspira y cree.

Y cuando hay una idea acompañada de una causa existencial de por medio en pro de recuperar un país, y no permitir el grotesco intento de detonar a una nación entera por un medalaganismo totalitario, resentido y vil; abiertos están los ojos por fin para evitar futuros engaños, para partir desde un lugar común, para curarnos un poco esta pena, para enmendar lo que diría Mercedes Pulido de Briceño en 1997 siendo entrevistada por Sofía Imber: “Nosotros no tenemos la capacidad de valorar lo que tenemos porque no hemos sabido lo que hubiera pasado si no lo hubiésemos tenido”; para en el futuro, algún día, pronto y siempre, mirar hacia atrás y recordar todos los escombros y decir: lo logramos, valió pena.

Porque hubo un tiempo en que las esperanzas tontas eran guiadas por un tipito redundante, cáscara, y lanzador de gorras, y ahora, para la suerte de nosotros, el rumbo con posibilidades de ser luminoso y con libertad lo traza el pensamiento, la sensatez y la ética, y la guía que como un lucero nunca se apaga para que dejemos un poco de ser como The Walking Dead, es una mujer.


@Eduardorodriguezmo