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(Maracay. 18/10/2018) En Venezuela hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, los diferencia el sucio en las rodillas y lo cerrado de las bocas de los primeros. ¿Qué evidencia nos permite diferenciarlos? Para muestra un botón:

En la parada de TransAragua, en la Urb. Valle Lindo, a 50 mts de la Alcaldía de Mariño, en el Edo. Aragua, un día cualquiera llegan unas personas a quienes les cuelga un carnet, acreditándolos como empleados públicos de una dependencia municipal, cargando unas pesadas bolsas con 2 kgs. de arroz, 4 de Harina de maíz, 2 pollos, 1 azúcar, 2 aceites, 4 latas de sardinas y atún, 2 Kg. de pasta y otros productos que no se podían observar con claridad. La incomodidad del manejo y traslado de los paquetes evidenciaba lo surtido y por ende lo pesada que era.

Ante la impertinente pregunta de otro usuario del servicio de transporte, responden que son bolsas cuyo precio es de un millón de bolívares (antes de la reconversión). En mi casa llegó una bolsa con un total de 9 Kgs de alimento y costó casi la mitad, se evidenciaba que tanto la cantidad en las bolsas como sus costos no son parejos en los distintos sectores donde se distribuye dicha caja, independientemente de las órdenes emanadas por la flamante figura del director de los clap.

La escena vivida me hizo concluir que estos trabajadores eran ciudadanos de primera y en el sector donde vivimos somos ciudadanos de segunda, pues siendo las disposiciones gubernamentales el reparto “equitativo” de las bolsas clap en todo el territorio nacional, a nosotros nos repartieron unas que “palidecían” por lo esmirriado y escueto de la bolsa, así como su grosera presentación (a veces tenemos que devolver los envoltorios), frente a las que recibieron estos trabajadores.

Si te postras ante cualquier autoridad de este régimen, puedes tener ventajas en la obtención de bienes y servicios, como los trabajadores de gobernaciones, entidades públicas y cualquier dependencia del estado, pero, siempre y cuando te mantengas arrodillado, calladito y obediente de las directrices político-partidistas que te dicten tus superiores, así como cualquier ataque de capricho que a esta jefatura le dé. Cumpliendo con estas condiciones, podrás ver con desdén a aquellos que no gozamos de las bondades del régimen y somos considerados ciudadanos de segunda, pues aunque no existen diferencias como ciudadanos venezolanos, tenemos abismales diferencias en cómo vemos y cómo actuamos ante un régimen que nos quiere doblegar.

Ahora bien, estos privilegiados ciudadanos, o no tienen idea de la realidad o son capaces de aceptar el costo de tales “privilegios” y están de acuerdo con eso; en el momento en que se les ocurra pensar por sí mismos, cuestionar las órdenes recibidas de sus superiores o la exigencia del respeto a cualquiera de sus derechos ciudadanos, el régimen inmediatamente reaccionará de manera brutal, los excluirá de los beneficios, los satanizará ante los demás, los perseguirá, torturará, estigmatizará y los despreciará, sin contar con las reales posibilidades de ser procesados por sus jueces naturales o no, en el caso de que tengan la suerte de llegar a juicio.

Casos abundan para ilustrar lo último dicho: jueces, militares, civiles, directores, gerentes, empleados de confianza, agentes policiales, políticos tanto de la oposición como de sus propias filas, son víctimas de toda clase de vejámenes por el simple hecho de haber cuestionado o ser críticos antes las tropelías de un régimen que no respeta ni los derechos fundamentales.

Claro, lo que no son capaces de percibir estos “ciudadanos” de primera es que el cerco socialista cada día se cierra más. Ya se ha iniciado el proceso de igualación hacia abajo de los salarios, tanto en las “oligarcas y capitalistas empresas de burgueses explotadores del pueblo”, como en las empresas que dependen del gobierno y cuyo número de “ciudadanos de primera” es mucho mayor y esto es solo el principio de una realidad a la que nos conduce un régimen arrodillado a una utopía que destruye todo lo que toca cuando algún iluso soñador quiere hacerla realidad.

Esto es el socialismo, no la sarta de mentiras para justificar sus acciones atacando al capital, no la publicidad de que es la panacea para una humanidad feliz, no la única forma de tener una sociedad justa con la generación de riquezas a través de los medios de producción “socialistas”, sino la más abyecta forma de esclavitud, generando la miseria en la economía de las familias, la miseria en la mente de una juventud llena de vida, la miseria en el corazón de las personas cuando les envenenan el alma para ponerlos a pelear unos con otros, mientras el todopoderoso estado pone a trabajar el capital de la nación, en beneficio de la élite que sojuzga y domina a un pueblo regado con la ignorancia.

Eligio Jeantón