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Son varios los países latinoamericanos que han sufrido crueldades, producto de los regímenes dictatoriales que han tomado el camino de la fuerza y tropelías contra aquellos que disciernen de sus oscuras intenciones para amalgamarse en el poder. No obstante, estos gobiernos, de facto, han tenido sus horas menguadas por el fragor de la lucha de esos pueblos que han puesto el valor y el sacrificio, como factor determinante, para ascender a la libertad. Latinoamérica, fue embestida por Augusto Pinochet (Chile); Jorge Videla (Argentina); Alfredo Stroessner (Paraguay); Hugo Banzer (Bolivia); Anastasio Somoza (Nicaragua); Alberto Fujimori (Perú); Francois Duvalier (Haití); Fulgencio Batista/los Castro (Cuba) y más recientemente: Daniel Ortega (Nicaragua) y Hugo Chávez/Nicolás Maduro (Venezuela).

En este mismo escenario, hemos visto a los países africanos, orientales y al mundo árabe. Tenemos como punto referencial y emblemático, las convulsionadas manifestaciones, orientadas a un orden social y político, desde la Rebelión Zanj de los esclavos africanos, año 869 d.C. (al sur del actual Irak) pasando por la Rebelión tuareg (Malí), año 2012, La Primavera Árabe (2013), hasta la Revolución de Los Paraguas en Hong Kong (2014) y la Revolución Euromaidán ucraniana (2014). Todos convergen en la, antípoda, disidencia, para buscar la libertad y la participación ciudadana, cónsono con un sistema liberal y republicano.

Venezuela no es la excepción. Hemos luchado desde varios flancos, buscando extirpar el tumor que ha hecho metástasis en toda nuestra geografía; la represión, por otro lado, ha sembrado el temor en nuestro pueblo y hoy susurramos, resilientes, contra el régimen; la desconfianza emana en nuestro entorno sin saber quién es quién. A los nacionales nos tienen sumergidos en el terrorismo de estado; ese, en el cual se encuentran las persecuciones, agresiones, aprehensiones políticas, asesinatos y el despliegue corrupto, anárquico e impune de un régimen que tiene una analogía con los dictadores más descerebrados de la historia.

Pudimos observar, en días pasados, la canallada violenta que le hicieran a uno de los políticos más emblemáticos de nuestro País, la cual, ha inoculado catarsis en nuestras esperanzas y arrostra una campaña del “quiebre” y “En dictadura no hay elecciones”: María Corina Machado; una violación, evidente, de los derechos humanos, ratificando, con este hecho, los ademanes dictatoriales del régimen venezolano. Para ellos es indiferente, que sean niños, mujeres u hombres. Está el caso, 2006, de los hermanos Faddoul de 17, 13 y 12 años, ejecutados por funcionarios, cancerberos del régimen. Así como el, más reciente, del concejal Fernando Albán, suicidado en las mazmorras blancas del Sebin. Es latente la amenaza contra factores democráticos que, sólo, persiguen la libertad y la democracia.

Está en nosotros, los venezolanos, supeditar, egoístamente, nuestras libertades a una sola persona o unirnos y comprometernos a quebrar, con firmeza, un sistema que ha debilitado los músculos, dosificados con esteroides. El régimen, inerme, se esmera en otro diálogo para continuar oxigenandose, cuestión que no debemos permitir, siempre que nos afanemos en agruparnos y, al unísono, fortalecer nuestra voluntad y ardor de lucha para obtener una Venezuela liberal y republicana.

¡Dios nos bendiga y proteja!

Miguel Aguilar