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No toda la generación que creció bajo los regímenes de Chávez y Maduro ha emigrado, ni tampoco toda la que se ha quedado ha sido luchando en oposición a la catástrofe de la que hoy vivimos, por allí también hay una bastante grande y silenciosa: la de la Fuerza Armada.

Así como algunos han huido de esta desgraciada socialista, otros han decidido quedarse luchando y otros tantos son utilizados para arremeter contra aquellos que juraron defender.

Chávez abrió las puertas para que las guerrillas, grupos terroristas, paramilitares y cualquier fuerza oscura de la geopolítica entraran y se refugiaran en nuestro territorio. Mientras tanto cambiaba el nombre de la Fuerza Armada Nacional, los politizaba, los adoctrinaba, los intervino a tal punto que hoy día su mayor divisa y honor es el comandar los resguardos de colas por comida y/o gasolina, otros apuntando sus armas contra estudiantes que reclaman sus derechos y otros enfrentándose contra las mafias del arco minero, no en resguardo sino en choques de fuerzas para ver quién se queda con él.

Hay quienes piensan que Nicolás Maduro es un idiota, yo pienso que es un asesino que sigue al pie de la letra el “plan de la patria”. Yo pienso que es un psicópata capaz de exigirle a los soldados de la Fuerza Armada Nacional no mantener contacto con sus madres, esposas e hijos. No es nada tonto, todos saben que los familiares de los militares también pasan hambre y roncha en este país. Quien es capaz de esto no es sano, es dañino, no es ingenuo, es malintencionado.

Creo que de ésta generación, a ellos les ha tocado la peor parte, quienes son utilizados por tiriteros y mafiosos de altos rangos para atentar contra su propia gente, obligados a callarse ante la injerencia de tiranos extranjeros en nuestra soberanía nacional, callarse ante los llantos de niños que tienen hambre mientras ellos con palos acomodan a las madres en cola como si fuesen ganado, mientras sin importar el sol o la lluvia siempre tienen lista el arma con la que dispararán al primero que grite libertad, sin duda la peor parte les ha tocado a ellos quienes no tienen otra opción que excusar cualquier acción con disciplina y mandato por “órdenes de arriba”.

Cada daño ha sido muy bien planificado, estructurado e intencional. No digo que sobra pero seguro que tampoco escasea la dignidad entre esas filas, seguro que también sueltan lágrimas cuando sus familiares les llaman al no soportar tal situación o cuando cualquier ciudadano lleno de decepción le reprocha no alzarse ante los totalitarios y criminales que usurpan el poder.

Ellos lo saben igual o mejor que nosotros mismos, la Fuerza Armada Nacional  también tiene un deber moral con Venezuela, tanto de nosotros los civiles como de ellos depende la restitución de la República y que las generaciones recientes y siguientes puedan disfrutar de la libertad y prosperidad.

Sólo en libertad podremos ver a militares al servicio de la nación, gozando del respeto ganado por sus conciudadanos a quienes no sólo jurarán sino que cumplirán en proteger y no perseguir o asesinar por tildes políticas.

De nuestra generación no sólo los civiles tenemos responsabilidad y deber moral de rebelarnos ante la tiranía, los de la Fuerza Armada tienen aún más grande su responsabilidad, pues su función principal es servir y ser leales a la nación, no servirse de las migajas de un país que colapsó.

 

Twitter: @mariaoropeza94