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Ya no se siente ambiente navideño, ya no es alegría lo que impregna las calles de nuestras ciudades, ya no es una época para soñar, para desear, para disfrutar.

Recuerdo, cuando niño, que estas fechas eran preparativas para la llegada de la época decembrina. Los trabajadores planificaban qué hacer con los aguinaldos, todos podían pensar en cómo darse un gusto para sí y para su familia; podía ser comprar nuevos electrodomésticos, juguetes, ropa o vender el carro y dar la inicial para un carro nuevo; es decir, el venezolano siempre apostaba a aprovechar esta época para mejorar su calidad de vida.

Algunos optaban por viajar a visitar familiares, amigos, hacer turismo nacional; otros, elegían conocer nuevas tierras, nuevos destinos; no solo se trataba de algo utilitario del día a día. El venezolano, en cualquiera de los estratos sociales, también tenía capacidad de disfrutar su vida.

Son cosas que hoy, al conversarlas con cualquier ciudadano, parecen ostentosas y muy lejanas, muy distantes. La verdad, es que 20 años bajo este yugo, bajo el sometimiento constante, bajo el asedio de políticas de control social, sentirse ciudadano y no sólo un habitante más, es mucho más complejo de lo que quisiéramos.

La destrucción sistemática del día a día del venezolano es un plan muy bien diseñado y ejecutado por el régimen para garantizar su sostenibilidad. Que hoy día estemos pensando en cómo hacer para sobrevivir el día siguiente, es algo que ellos (el régimen) planificó para que de esta forma no tuviésemos la capacidad de pensar, razonar y articular fuerzas para lograr su salida cuanto antes.

Quizás, las navidades de este año serán las más tristes de nuestra historia. Hombres, mujeres, ancianos y niños en la calle pidiendo comida, hurgando entre la basura, luchando para sobrevivir a las atrocidades que hoy día vivimos. Atrás, en el pasado quedaron las patinatas, las verbenas, las fiestas con los vecinos; en nuestro recuerdo está hacer más hallacas para darle a los amigos de regalo; atrás, hace veinte años, quedó el recuerdo de una Venezuela llena de luces y vestida de gala para cada uno de sus ciudadanos.

Navidad era fecha de reencuentro, los hijos que vivían fuera, generalmente por estudios o cuestiones profesionales, volvían a visitar a sus padres y familiares; a disfrutar de ese abrazo maternal, a vivir su núcleo más cercano, a compartir cuánto han crecido; hoy, nos encontramos con hijos y madres separados por el masivo éxodo, muy pocos vendrán a verse con su familia, muchos otros solo podrán consolarse con una llamada por WhatsApp.

Definitivamente, es muy duro lo que nos ha tocado vivir como sociedad, en un abrir y cerrar de ojos nos destruyeron los momentos bonitos y los futuros recuerdos agradables. Indudablemente, esto, el socialismo del siglo XXI, nos llevó a tener las más miserables y tristes navidades de nuestra vida.

Sin embargo, nosotros los venezolanos tenemos la necesidad imperativa de aprender de cada mala experiencia que nos ha traído este régimen. Resaltar lo que sí somos verdaderamente, atesorar esos recuerdos y compartirlos con las nuevas generaciones, recalcar que Venezuela es mucho más que esto que vemos hoy día y que estamos dando todo para poder recuperar esa nación de felicidad, esa tierra de gracia que tanto nos duele.

Solo en nosotros está la fuerza para salir de este régimen, solo en nuestras manos tenemos la posibilidad de recuperar las navidades; solo nosotros tenemos la valentía, el coraje y la vehemencia para que nunca más tengamos que pasar por esto.

Estoy seguro que tendremos la oportunidad de vivir unas navidades en las que nuestra mayor preocupación va a ser en qué decidiremos disfrutar nuestros días y cómo vivir nuestra vida. La palabra prosperidad no será algo que solo veamos en el diccionario o en otros países de la región. El trabajo nos garantizará crecer y desarrollarnos y la libertad será el olor que impregne las calles de nuestra nación.

Sigamos. No desmayemos. La libertad está a la vuelta de la esquina.

Twitter: @javier_chirinos