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Inflación, escasez, altos índices de criminalidad, esperanza de una vida mejor, estas son algunas causas de la alta emigración venezolana. En estas fechas importantes y de celebración resulta difícil no mirar alrededor y notar ausencias y quiebres en familias venezolanas. ¿Qué será de las familias venezolanas en estas navidades que se adornan con maletas llenas de sueños y vacíos emocionales?

Entre 2015 y 2017 el éxodo de venezolanos a todas partes del mundo se incrementó en un 132%. En cifras netas, en este par de años, salieron de Venezuela aproximadamente 930 mil personas, que suman globalmente en los últimos 13 años, 1 millón 622 mil personas. Aunque, probablemente, el comienzo de todo esto se remonta a esa época posterior a lo ocurrido en el mes de abril del año 2002, y décadas de tensión política tras el ascenso de Chávez al poder, en donde obtuvo como grave consecuencia un aumento en la emigración en Venezuela.

Esta es, posiblemente, la emigración más grande que ha existido en el hemisferio occidental, muchos dejan atrás profesiones, padres e hijos, familias destrozadas, propiedades y amigos. Los acompañan sentimientos encontrados: la esperanza de una vida mejor y el dolor de dejar atrás una tierra de la que nunca pensaron salir. Estudios realizados demuestran que un 10% de los hogares venezolanos reportan al menos dos personas emigrantes en los últimos 5 años. Esto implica que todos sentimos en carne propia esas sillas vacías en nuestras mesas durante la cena de navidad, esa lejanía ocasionada por un país que se cae a pedazos que obliga a muchos de nosotros a pensar en otros horizontes.

¿Cuándo una época feliz, llena de gaitas, pan de jamón, hallacas y calor familiar se volvió tan gris y apagada? Este deterioro latente de la economía, el escenario social, alta criminalidad y esa falta de esperanza nos llevará a pasar un 24 de diciembre frente a una pantalla de teléfono celular o de una computadora para sentir un poco más acá a esa persona que tenemos lejos del calor de hogar.

Son demasiadas las opiniones encontradas referente a ese tema, resulta en un sabor amargo de boca diversos comentarios emitidos por personas que tal vez no sienten genuinamente el dolor de despedir a alguien que no sabes si volverás a ver. Declaraciones realizadas por (Nicolás) Maduro, removieron la fibra sensible de muchos venezolanos en diferentes maneras. “Me perdonan, esta expresión es fuerte pero la digo: terminaron lavando pocetas, terminaron como esclavos y mendigos…”

La fortaleza debe estar arraigada a nuestra mente y cuerpo, luchar por seguir adelante. Estas navidades no deben pasar por debajo de la mesa, al final del día sigue siendo tiempo de paz y unión familiar, y eso debe seguir reinando en cada mesa. Sonreír y disfrutar por aquellos que han partido, anhelar con alegría su regreso a esta tierra que los vio partir y esperar que las próximas navidades las familias puedan estar juntas de nuevo.

Un total de 3 millones 97 mil 782 venezolanos se encuentran lejos de su tierra natal, esto es un atisbo de la cantidad de familias que se encuentran fracturadas debido a esta crisis económica, política y social. Podemos imaginar todas las sillas vacías que se encontraran el 24 y 31 de diciembre. Esas ausencias que se incrustarán en lo más profundo del alma y será un dolor latente que tal vez no desaparezca hasta ese anhelado encuentro.

“Sin querer estoy llorando”, frase tan conocida de una gaita que no deja de sonar cada navidad en cada hogar venezolano, tan nuestra como el Salto Ángel, se convierte en una realidad en este fin de año. Estoy segura de que, muchos de nosotros entre sonrisas, compartir, conversaciones familiares y cenas navideñas, sin querer, estaremos llorando por aquellos que se han ido y que no están con nosotros. Pero con la despedida de este año que se va, y la llegada de un 2019, seguirá viva la esperanza de volver a ver a los que se encuentran a miles de kilómetros de nosotros.

Elinnette Seijas