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En una ocasión expuse, en forma de crónica, una situación que me ha venido afectando desde hace un tiempo. Conté, con dolor, lo que es tener a un padre lejos de ti. Quise exponer mi caso en forma de protesta por los miles de hijos que hoy ven a sus padres a través de un teléfono o un mensaje porque el comunismo los separo. Por los miles que sólo escuchan sus voces a través de una llamada. «Papá hace falta en esta mesa» fue el título que utilice en aquella oportunidad y varios meses después debo asumir que papá sigue haciendo falta en esta mesa.

Lo que me motiva a darle una segunda parte a esta historia es el protagonista. Él y su empuje lo merecen. Llegó a Venezuela desde muy joven y desde el primer momento no dejó de brindar a mí país las bondades de su trabajo. Desde el primer instante no escatimó en lo absoluto en brindar a Venezuela su cariño y admiración. Ese es Alfredo Vanegas, mi padre.

«Cuando lo extraordinario se hace cotidiano, es que estamos en presencia de una revolución», así lo afirmó un reconocido comunista que llevaba por nombre Ernesto Guevara, popularmente conocido como «El Ché». Intuyo, que al decir aquella palabras quería de alguna u otra forma expresar que lo extraordinario solo se vive en comunismo ¡Y cuánta razón tenía! Porque es extraordinario que las familias no puedan estar juntas por estafadores que vendieron un proyecto de sueños que al final se volvieron pesadillas para un país.

Es 17 de noviembre del año del 2018 y dejo constancia de la fecha porque hacerlo es importante, ya sabrán por qué. Si en la primera parte quise contar, por ejemplo, lo que es no poder ver un juego de pelota, donde disfrutábamos la rivalidad que teníamos, en esta quiero contar que al momento de escribir cada línea un año más de vida lo bendice. El segundo de sus cumpleaños en el que la distancia es protagonista.

Él, que por lo general es un tipo serio y con poca gracia, en sus cumpleaños solía ser distendido y alegre. Solía sonreír y dejar el estrés de la ciudad a un lado. Solía amar a su esposa y con su actitud anunciar a todos que los quería demasiado. Sus celebraciones tenían la particularidad que había de todo, desde la nostalgia de recuerdos hasta los abrazos de júbilo. Le gustaba verse acompañado y arropado, daba igual si solo eran vecinos porque hasta eso le llenaba inmensamente.

Los presentes, en cada cumpleaños, le dejaban todo el escenario para que la transición de la seriedad a la alegría fuese cuestión de segundos. Si faltaba un hijo por llegar, la celebración tenía que pausarse. Era celebración del todo.

Que nadie piense que mientras cuento todo esto me olvido de cada padre que esta lejos, más bien todo lo contrario. Narro con precisión porque sé que quien me lea tendrá un recuerdo similar. Si escribí ésto es para homenajear la valentía y el coraje del padre venezolano y el que se siente criollo también. La Venezuela que conocimos tenía ese marco y lo coronaba la familia.

Pues bien, finalizo pidiendo que los que falten no se rindan. Que no dejen de creer en el país y su próxima libertad.  Que aprendan demasiado y no huyan a la civilidad. Venezuela les necesita formados y preparados. La libertad necesita hombres consientes para mantenerse. Para ustedes no es fácil estar fuera, lo sabemos, pero si los que estamos dentro contamos que nos sentimos exiliados porque este es otro país, tampoco lo creerían, así que los que faltan en nuestras mesas volverán a ellas. Con cariño para ustedes y con cariño para ti papá. Mis respetos.

@SoyVanegasG