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En la gran mayoría de los países árabes se practica la religión islámica -seguidores de Mahoma- la cual ha proliferado en pequeños grupos e inoculado en latitudes como Europa y Occidente. Potencias, estas, que han convergido durante muchos años en intereses económicos en esa basta geografía de los sarracenos.

Los seguidores del islam, musulmanes, han ramificado sus redes de manera que, grupos islámicos, se han convertido, desde su, despectiva, óptica, en islamistas o grupos políticos tendientes al terrorismo como Al-Qaeda, en su época, y el yihadismo, que deriva de la “yihad menor” con inspiración violenta y la “yihad mayor”, de inclinación espiritual. El yihadismo como el Levante o EIIL son facciones que hoy conforman la corriente terrorista, Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, siglas en ingles).

Los conceptos, sucintamente, arriba señalados, es un esbozo para argumentar algunos aspectos relacionados a las luchas religiosas, sin eludir la política. Desde una perspectiva oftálmica, algunos grupos se han sumergido en la violencia, para enraizar sus creencias con base a una “guerra santa”. Podríamos considerar, que las opiniones, a este respecto, son ramificadas y cada quien tiene el arbitrio de expresarlas según su criterio. No obstante, se cree, desde un sentido humanitario, que las víctimas que han caído, en consecuencia, no debieron tener tan terrible final; todo, desde una posición de creencias, fanáticas, de estos fundamentalistas y obstinados activistas sectarios.

Existe similitud en la actuación de estos grupos, con el régimen imperante en Venezuela, cuando emplean el terrorismo como estrategia. “Si no estás conmigo, no estas con nadie”. No hay variantes en su proceder; son sanguinarios, con exiguo remordimiento, convergen en un fin…, el exterminio de seres humanos, estén o no dentro de sus intereses. Nos arrastran hacia la absoluta y forzosa capitulación de nuestras creencias sociales, políticas y religiosas para una obligada adherencia a un sistema retrogrado y falaz, que emplea la crueldad para aferrarse, con sus garras y pico de arpía, a un poder omnímodo, truculento y perpetuo.

En nuestro país, Venezuela, insistimos, no hay distinción. El comportamiento, de sectores represivos del oficialismo, está sumergido en la violencia, con saña, contra aquellos que solo discrepan de un sistema embadurnado de equivocaciones y tropelías. Sin embargo, nosotros los venezolanos nos hemos mantenido estoicos, en extremo, a estos empujones, que con furor acelerado y muchas veces incongruos, nos obligan a una adaptación y dependencia abstracta, hacia lo inexistente, hacia el vacío, hacia lo obscuro.

Miramos, sin sorpresa ni asombro, las sinuosas filas de ciudadanos con característica intemperante, suponemos que, por su situación famélica, para amordazarse con una novedosa forma de hierra y control: una identificación que los acredita como “leales” y “devotos” a un seudo-idealismo político: el “carnet de la patria”. Credencial, esta, que funciona como medio para medir la voluntad de aquellos que tienen que someterse a la benevolencia de un “salvador” y creer que, de esta manera, podrán obtener los beneficios y dadivas que este les ofrece.

La maldad está implícita en las actuaciones con análogas pretensiones. Es un ejemplo más de indolencia frente a la necesidad de un pueblo que sufre las apetencias de un régimen que solo les importa el poder y mantenerse en él. Sus avaras y peyorativas intenciones no tienen límite. Soslayan el dolor de un pueblo que clama por un cambio, pero, no se atreven a vocearlo por temor a ser limitados en la adquisición de una bolsa de comida. Terrorismo de estado solapado con una nociva dosis de compasión.

La cruenta verdad está allí, a la vista de todos. Pero, en los ojos esta incrustada la necesidad y su piel cubierta con una emblemática coraza de frustración e impotencia. Para ese pueblo nada importa, están bajo el yugo de un sistema que los arrojó a las fauces de una quimera esperanza y, aún, con el dolor y rabia, cataléptica, tienen que aceptarlo.

No hay expectativas; la oposición política venezolana está sufriendo su más bajo nivel de opacidad. Solo hay un liderazgo visible que puede subvertir las acometidas devastadoras de un régimen que, con desfachatez, ha embaído a los venezolanos, llevándolos a un sonambulismo pletórico de ilusiones, sin pasión, neutrales y fríos. Ese paladín, se aferra, igual que muchos de nosotros, a impregnar ánimos de libertad por todo el País; difunde sin miedo y con sangre de guerrera la ilegitimidad de este régimen. Ella, se ha ganado el respeto internacional e intestino como mujer luchadora para encausar el quiebre de esta tiranía. Está en nosotros, ciudadanos de este País, acudir a ese llamado y amalgamarnos en una sola fuerza, para sustituir la narco-dictadura por una Venezuela liberal y republicana. Seguirán sonando las campanas que nos harán despertar.

¡Dios nos bendiga y proteja!