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Para muchos, aún parece difícil creer que frente a la situación venezolana, la comunidad internacional ha tomado un rumbo del cual es poco probable que se desvíe y depende muy poco de los actores internos: la liberación de Venezuela. Lo hemos dicho en múltiples ocasiones: se trata de Occidente, de su estabilidad y de su propia existencia; se trata de contener la convergencia de las fuerzas oscuras a las que el chavismo le dio carta abierta para operar en Venezuela; se trata de detener la tragedia que millones de venezolanos sufren, ya sea porque huyen o porque mueren de hambre o enfermedad. Es un punto de no retorno.

Como nunca, los factores más decisivos de Occidente se han alineado, junto a un horizonte interno de coraje y de rescate del poder, acompañado de una ciudadanía que se ha vuelto crecer después de tantos atropellos. Es la alineación perfecta; la tormenta perfecta.

La emergencia humanitaria y la llegada de la ayuda para aliviarla, se ha vuelto el centro de atención de quienes han decidido no darle más largas al sufrimiento. El mundo sabe que el principio de “Responsabilidad de Proteger – R2P” no les permite ignorar lo que sucede; todo lo contrario, los obliga a actuar para detener la muerte silenciosa de la que el régimen es culpable, mientras se roba lo poco que queda de todo el dinero que existe en sus cuentas y con la que han financiado sus andanzas.

Como lo hemos dicho, la situación económica no deja de asfixiar y la emergencia humanitaria no deja de sumar víctimas, hay que atenderla. Se entiende y se apoyan los esfuerzos que Guaidó y muchos otros están haciendo para atender esta crisis con el apoyo del mundo, que ha decidido disponer de cuantiosos recursos para tal fin. Pero no nos engañemos, toda esa ayuda representa un alivio, sólo eso. Es un alivio para un drama que seguirá mientras el régimen siga en el poder.

Por supuesto que, mientras cesa la usurpación, una de los pasos planteados en la ruta política actual, hay que atender la emergencia humanitaria. Lo que no puede ocurrir es que, por atender la emergencia humanitaria, se descuiden todos los esfuerzos para que la usurpación cese, no sólo porque se corre el riesgo de transformar la energía ciudadana del momento, en una dinámica asistencialista que, siendo importante, desvía el foco de lo que debería ser la prioridad política del momento: la liberación de Venezuela.

Por ello, debemos ser responsables en el manejo de las expectativas. La ayuda humanitaria no lo es todo, pero tampoco es nada. Salva, alivia, esperanza, sí, pero se requiere mucho más que eso para que Venezuela sea libre. Es un paso más, un hito más y un reto para quienes pueden cambiar el rumbo de la historia. Es tan necesario como prioritario, sin olvidarnos que sólo la derrota definitiva del régimen es la que salvará a Venezuela.

La mejor operación de asistencia humanitaria es la salida del régimen. La mejor ayuda humanitaria es la reactivación de la economía productiva y del libre mercado. Por supuesto, la emergencia amerita atención y toda la energía alrededor del próximo 23 de febrero se concentra en que el mundo entienda esa urgencia y se actúe cuanto antes. Esto le genera una enorme presión al régimen, que está en su dilema y sabe que dejarla entrar o no tiene consecuencias irreversibles para su permanencia ilegitima en el poder.

También sabemos que la ayuda humanitaria representa una oportunidad para que aquellos que tienen las armas y deben ponerse del lado de los venezolanos, lo hagan, pero eso no es suficiente. La política de la liberación, como la de la ayuda humanitaria, no es asistencialista en su propósito (referida al largo plazo), sino coyuntural y que obedece a una decisión política frente a una situación puntual de extrema vulnerabilidad.

Este régimen que abiertamente expulsa a parlamentarios del mundo, que niega la ayuda humanitaria y que se burla de los venezolanos que sufren, al hacer shows paralelos y “donar cajas CLAP”, revela que todo ha sido intencional y, por lo tanto, mientras no se libere el país secuestrado por ellos, no habrá paz en Venezuela. Se trata de la liberación de un país rehén.

Lo hemos dicho: Lo urgente es atender la emergencia humanitaria, pero lo importante es lograr el cese de la usurpación y la salida del régimen. No son excluyentes, van de la mano y se complementan. De no ser así, lo urgente hará perder el foco en lo importante o lo importante nos hará perder de vista lo urgente.

La ayuda humanitaria pone el acento en aliviar la crisis, pero también en colocar en un gran dilema a un régimen inescrupuloso que sabe que el mundo le observa, aunque no le importe demasiado. Lo urgente le sirve a lo importante; van de la mano. Esa ayuda es decisiva para los días por venir.

Los ojos del mundo están sobre Venezuela y más durante el próximo fin de semana.

La presión sobre el régimen, traducida en sanciones, en amenazas creíbles, en la ayuda humanitaria y en la decisión de Occidente de defenderse, sólo demuestran una cosa: estamos en el punto de no retorno; no hay vuelta atrás.