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En los últimos días hemos presenciado el gran viraje que dio el ánimo del venezolano, quien tan solo en el mes de diciembre se sentía desolado y condenado a vivir bajo el régimen del socialismo. En diciembre, parecía que no solo ya no habría hallacas en esa fecha, sino que no había posibilidad alguna de levantarse de esta tragedia.

Por diferentes razones: operadores, actores y mucha inteligencia en el accionar, se logró articular lo que hoy vivimos y, a tan sólo casi dos meses de iniciar el año, hemos volcado la desesperanza y la hemos convertido en aspiraciones y sueños de desarrollo, pero más aún, en disposición férrea para luchar. No en vano, y porque “los rusos también juegan”, ha sido una montaña rusa de emociones desde el día uno de la juramentación de Juan Guaidó hasta este fin de semana de tragedia en la frontera de nuestra nación.

Y es que el régimen es experto en manipulación de las emociones del ciudadano, desde siempre ha sabido cómo jugar con lo que sentimos y convertir esto en una táctica perfecta para su permanencia en el poder.

En la generación de expectativas, muchos han sido poco responsables ante la gente, lo cual ha llevado al ciudadano a creer que con pocas acciones podremos finalizar este amargo episodio de 20 años, o más aún, con el entramado delincuencial que ellos han generado para su permanencia en el poder. Por esto, hoy vemos muchos ciudadanos cabizbajos, sintiendo que el hecho de que no ingresara la ayuda humanitaria por la frontera significa la derrota total y que no hay salida posible para Venezuela de esta tragedia llamada “Socialismo del Siglo XXI”. Pues, como lo hemos dicho, no se trata del ingreso de la ayuda, se trata de que sumemos todas las energías hacia la salida de Maduro y su régimen, se trata de que el fin de la tiranía es la real solución a cada uno de los problemas que hoy nos aquejan, por lo cual, hoy más que nunca debemos ser claros y concisos al momento de hablarle al ciudadano.

Estamos hablando de la vida misma de cada quien, estamos hablándole a gente que deposita su sueño de vivir y ser libres en nosotros. Ante esto, debemos ser responsables y explicar que este no será un camino fácil y rápido, que requerirá de mucho esfuerzo y mucho sudor, que va a ser mucho más complejo que hacer cruzar un camión repleto de alimentos por la frontera, que este proceso va a requerir de la unión de las fuerzas internas y externas en una misma estrategia.

Siendo claros y realistas, disminuimos el impacto de la desesperanza, el ciudadano encontrará reales los escenarios y tendrá certeza de que cada paso que demos será garantía del cambio y la libertad, no un salto al vacío.

La esperanza es un gran motor de lucha, pero la desesperanza es óxido que corroe las piezas internas de ese motor y si no sabemos cómo administrarla, terminaremos en un letargo que nos sumirá en más miseria y tristeza.

Sigamos luchando, con pasos firmes y seguros, con pasos sustentados en la realidad y en el análisis sincero y no en las promesas fáciles que nos vienen a dar esas promesas que queremos escuchar, pero que sabemos que no nos llevarán a alcanzar el objetivo.

La esperanza es solo una ilusión si no está sustentada en la acción.