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Esta vez sin papelillos, sin caramelos, sin serpentinas ni carrozas, pero sí con la exigencia de interlocutores sin máscaras: los venezolanos concurrimos en primera fila  a  un nuevo por distinto, carnaval.

En este baile de disfraces socialistas se han ido veinte años, veinte años de lucha, de calamidades  y de reveses para el pueblo venezolano. Mientras que los avarientos miserables que nos sumergieron en esta emergencia humanitaria, bajo el antifaz del bienestar y  la calidad de vida, continúan apostando a la mentira, al mito de la reconciliación y a la mismísima guerra, para mantener los privilegios que les brinda el poder.

Luego de dilatados años de comparsas, séquitos y aduladores del poder de turno, los venezolanos seguimos apostando a la libertad, estamos ante la evidencia de un  estado fallido; necesitamos de la comunidad internacional, esa a la que tanto pedimos que nos mirara y que hoy centra su atención en nosotros.

Hoy, cuando hemos dado todo por nuestra libertad y hemos agotado las vías diplomáticas y democráticas para alcanzarla, hoy cuando el mundo nos respalda, urge trascender del falso dilema de la soberanía vista como privilegio de Estado, para entenderla como responsabilidad de estos con la población.

El principio de la responsabilidad de proteger ha de ser entendido en su justa dimensión por  los líderes políticos. No podemos dudar ni un solo instante de que nuestro compromiso es con los ciudadanos del país y que es nuestro deber protegerlos y,  de no poder hacerlo, procurar todos los medios necesarios para que así sea, de eso se trata.

Nicolás Maduro y sus mafias representan la continuidad de la emergencia humanitaria compleja, ellos personifican la miseria que hoy nos mira a los ojos a todos los venezolanos, por ello debemos insistir en su salida.

Lo que un día fue solo la desventura chavista se ha convertido en una tragedia social sin precedentes, esto avanza y no lo detienen slogans. Cada minuto que pasa cuenta en la humanidad de un pueblo que clama por su derecho a la vida. Nuestra gente muere cada segundo ¿Quién sigue? ¿Cuántos más faltan?

Hoy nuestro país está decidido a avanzar hacia la libertad y los políticos no podemos permitir que este momento pase sin haberlo intentado. Seguimos esperanzados en que juntos, sin sectarismos, podremos  superar  la crisis venezolana que además es  humana, esa la urgencia que hoy nos precisa.

Esta es la exigencia  de la Venezuela de estos tiempos: la Venezuela que no se cansa pero que si llora, la Venezuela que no ruega pero que si exige, la Venezuela que está resuelta a ponerle fin a esta  tiranía, pero que también está consciente de que sola no puede más.

No son tiempos de papelillos, serpentinas, caramelos, carrozas ni de comparsas, tampoco de baile de enmascarados y menos aún de políticos de doble estándar, son tiempos difíciles.

Los venezolanos estamos conscientes de que solos no podemos. Estos son tiempos distintos y definitorios. Por ello no podemos permitirnos que la política con P mayúscula que tanto exige ahora de nosotros, quede reducida la política del eterno carnaval.

Se trata de Venezuela y de los venezolanos.

Por ello, ¡Vamos con todo!