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No podemos pensar en un nuevo país si no hay justicia. Lo que ahora nos proponen algunos que, pareciera, nos creen tontos o padecen de memoria, es que obviemos la justicia y pretendamos aceptar la impunidad como manera de asumir una transición.

Eso hacen quienes, ignorando la naturaleza criminal del régimen, quieren convencernos de que un Maduro como candidato es la mejor opción para derrotar al chavismo en las urnas, “de la misma forma como llegó”. Lo más grave de ese vergonzoso planteamiento es que se deja de lado la responsabilidad del régimen sobre asesinatos, violación a los derechos humanos y crisis humanitaria, cuando es precisamente ese régimen el que tiene sus manos manchadas de sangre.

Antes de pensar en el chavismo como fuerza política, hay que pensar en el chavismo como responsable de la tragedia venezolana. Sólo con justicia, sólo con auténtico reconocimiento de responsabilidad, sólo con eso, es que verdaderamente habrá una transición sensata, sin impunidad. El chavismo deberá entender que la democracia tiene reglas, que los delitos deben pagarse y que el país nunca olvidará lo que le hicieron.

Ni hablar de una elección convocada por el régimen, con el mismo Consejo Nacional Electoral (CNE) y con las condiciones habituales. Tampoco de una elección libre y transparente con el chavismo como protagonista. Deben darse pasos muy firmes que envíen el mensaje correcto: primero debe llegar la justicia y los culpables deben asumir el daño hecho a los venezolanos.

La derrota del chavismo no puede ser electoral en este punto, porque fue el chavismo el que usó la democracia para destruirla. Tampoco lo puede ser porque su naturaleza criminal y sus andanzas sólo revelan un entramado oscuro de fuerzas que ni la elección más limpia es capaz de obviar.

Lo peor que le puede pasar a un Guaidó que está haciendo uso de los símbolos del poder y que está encabezando un proceso que llevará a la transición, es aceptar la impunidad como regla rectora del juego. La impunidad es una burla directa hacia las víctimas, un reconocimiento a los victimarios y una evidencia de complicidad que con el sistema represor y asesino. No le corresponde al país perdonar; es un acto íntimo, privado, individual, sin chantajes. La justicia sí nos concierne a todos y debemos apostar a ella, pero sin hacer excepciones que terminen por socavar la legalidad y el correcto proceder.

No se trata de que Maduro pueda o no pueda ser candidato; es un criminal. No se trata de que el chavismo sea parte de la transición; deben enfrentar la justicia.

Reescribir la historia de Venezuela no puede pasar jamás por pretender borrar u olvidar las del pasado, aún en el peor y más doloroso de los casos. Todo lo contrario: debemos recordar en cada rincón, en cada palabra, en cada homenaje, a cada caído y cada víctima de un régimen que, con la anuencia de algunos “opositores” y como si no hubieran hecho nada, quieren vendernos una careta democrática que se cayó el mismo día que llegaron al poder.

Es la hora de la justicia y de la firmeza. La tolerancia sólo es exitosa cuando la justicia hace su trabajo. Luchemos por la libertad y por la justicia que ella conlleva. Sólo así recuperaremos a nuestro país. De lo contrario, lo seguiremos entregando a sus destructores, por acción o por omisión.

Vamos con todo, sin impunidad.