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La miseria es como la muerte de un ser querido, un hijo, un padre. Te crea un hueco en el pecho, un dolor que no se quita, pero aprendes a vivir con eso. Sonríes, sueñas, haces planes, aprendes a creer en el futuro. Pero ese hueco está ahí, viviremos y moriremos con él.

La miseria, con respecto al tiempo, deja de ser como la muerte de un ser querido. La segunda tiene una fecha marcada en el calendario; la primera llega de a poco, nunca percibimos su presencia hasta que se vuelve obvia y  sabes que estás atrapado en ella.

El cáncer vuelve

Llevo a Mariana a casa de su mamá. Fui a llevarle unas cosas. Espero pacientemente en la calle, no tengo prisa, pero tampoco ganas de hacerle concesiones a mi paciencia. Un rato después, Mariana me confiesa que su mamá siente las mismas dolencias de un cáncer una vez superado. Esta vez, no luchará, no quiere someter a sus seres queridos al suplicio de estar convaleciente en Venezuela. Miseria.

Un venezolano visita su país

Juan llegó de vacaciones a Venezuela, hace tres años emprendió su exilio voluntario a Chile. Viene a visitar a su mamá, necesita ir al baño y se percata que no hay papel sanitario en la casa de su compadre. Echa el cuento que allá le dicen “confort”. El compadre le dice: “No, mi compi, ya no usamos eso. En algún momento se puso muy escaso y después muy caro, aprendimos a lavarnos, pero no se preocupe, compadre, ahora, por casualidad, hay agua y también jabón”. Miseria.

Amistades en crisis

Solange es una de varias circunstancialidades convertidas en conocidos con tendencias a ser amigos, y quizás algo más. Un día me pide 4.000 bolívares para un cachito en la panadería, otro día 6.500 para una pasta de dientes. Cuando me llamó por un desodorante empecé a evadirla por aquello de la amistad malograda por el abuso. No contesté más sus llamadas. Un día recibí un mensaje de texto: “Tengo la menstruación y no tengo toallitas sanitarias; si me ayudas, cuando salga de esto, te doy todo lo que tú quieras”. Miseria.

Recorte de vida

Un médico traumatólogo, del que no puedo ahondarme en muchos detalles, dice que “cuando estoy en guardia nocturna y llegan esos chamos al hospital, con tibia y peroné destrozados por un accidente de moto, los amputo de una buena vez, así no joden más”. Miseria.

Inconsciencia etílica

Una cola de gente en formación frente a una licorería, llegó algo que se llama “Centauro”, la gente deja de comer, pero no de beber. El alcohol mitiga el dolor de nuestra tragedia, no se drogan porque drogarse también se volvió prohibitivo por costoso. Miseria.

El emblema del hambre

Otra cola, llegó “Alimentos Polar”. La Harina Pan se volvió la única alternativa de algunos para comer tres veces al día, arepas en el desayuno y en la cena. Hasta temor tengo cuando salgamos de esta tragedia, por la forma en que salgamos de ella. Le agarraremos arrechera a nuestro principal emblema culinario porque se volvió también emblema del hambre de los venezolanos. Miseria.

Historia de África repetida en América

En el barrio, todos los fines de semana llega un camión vendiendo atados de leña, no hay gas. Haití no está tan lejos y Venezuela se muda de continente, sin menospreciar, porque quizás están mejor que nosotros, pero estamos en África. Miseria.

En la cola del Saime, un carajito resalta por todos los demás. Zapatos Nike, lentes “no sé qué”, pero se nota que son caros, sudadera de baseball de las Grandes Ligas y la coletilla “Original”. Con tantas horas en espera, demasiado tiempo como para no interactuar. Viene del kilómetro 88, Las Claritas, Arco minero. Me echa el cuento: “Si saco seis pepitas, una es para el principal, otra para el capitán del ejército, para el tipo de la policía del gobernador, el tipo de Caracas del gobierno, la que viaja legalito y la mía”. Ya sé por qué le robaron la gobernación a Andrés. Estamos en África. Miseria.

El perrocalentero no tiene punto, entonces todo por pago móvil o un dólar por perro. Hasta en los barrios corre el dólar en efectivo. ¿Cómo llegaron hasta aquí?, ¿cuál mecanismo legal posibilita que circule tanto el dólar de los “griingos” en Venezuela? Dólares sucios, demasiado contrabando, demasiada cocaína colombiana saliendo por Falcón y Guiria; demasiado oro legalizado vía Curazao, buhonería del Coltán, diamantes sudafricanos “Made in Venezuela” ni siquiera África. Miseria “Made in Venezuela”.

La cédula de identidad en Ruanda decía si eras Tutsi o Hutú. Aquí, en Venezuela, como no se puede discriminar étnicamente, existe este menjurje en el que hasta este humilde descendiente palestino es venezolano. No les quedó otra que inventarse el carnet de la patria. ¿Cuál patria? ¿La tuya o la mía? ¿La de los mecheros que alumbran en medio de los miserables apagones? o ¿la de una Venezuela próspera donde se estudie la miseria en Wikipedia?
Juro que todos los relatos fueron vistos por mis ojos, alguien que se resiste a la miseria. Dos huecos en el pecho no creo poder soportarlos.