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La historia será escrita por quienes sobrevivan a los eventos que Venezuela ha vivido en las últimas tres décadas, no podemos olvidar cómo llegamos a donde estamos hoy, no podemos culpar a un lado u otro, pues todos hemos tenido nuestro grado de participación, por acción u omisión, mayor o menor. El presente es el resultado de nuestras acciones.

Venezuela era un país envuelto en una crisis muy distinta en los 90, una crisis política, de grupos de poder, de odio y envidia, de casos sobre dimensionados de corrupción y escándalos que por nuestra ingenuidad llegamos a creer traerían un cambio radical. Todo esto bajo promesas populistas de un militar golpista que supuestamente podría enderezar el aparente torcido camino por el que transitábamos. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.

Cambiamos a unos ladrones por la mayor banda de delincuentes jamás reunida en un área geográfica, toda la estructura gubernamental fue puesta al servicio de un proyecto totalitarista y personal de Chávez, quien después de torcer a su antojo el sistema de gobierno, lo hizo con las leyes, los principios fundamentales de derecho y expulsó los valores y buenos principios de los venezolanos con malos modelos; el es el responsable de crear una sociedad saturada de delincuentes y dependientes.

Esa es la dura realidad que durante las ultimas décadas estas mafias, organizadas o no, han propiciado en nuestro país, donde inclusive aquellos que nos oponemos hemos caído en la trampa de que la agenda de las acciones para salir de la tiranía viene escrita por la propia tiranía.

Luego de veinte años de desgracias, se dan nuevamente las condiciones para salir de la peor crisis social que ha vivido algún país en el hemisferio occidental, un país saqueado y en continua violación de derechos de sus ciudadanos, sometidos por ejércitos uniformados y paramilitares llamados colectivos, quienes realmente creen que están defendiendo lo que ellos consideran una “causa”.

Nosotros, por nuestra parte, recurrimos a marchas, banderas, cantos y escudos de piel; ellos, a balas, tanques y el poder del Estado enemigo, así como a los intereses de países aliados que desean mantener sus turbios negocios y saqueos a mal vil estilo colonialista en tierras de nadie.

Hay que ya terminar esta agonía que venimos viviendo los venezolanos, debemos dejar de hacer lo que continuamente venimos haciendo por más de una década, debemos cambiar los escudos de carne y hueso por verdaderas armas de defensa por la libertad, debemos entender que el nivel de lucha no es de protestas, es de coraje, de fuerza y valor, ya no hay vuelta atrás y debemos seguir  avanzando ya. Quien no tenga la fuerza espiritual y esté velando por otros intereses, que reconozca su fracaso y le dé paso a otros que sí creemos en que podemos terminar esta guerra con ayuda internacional. Esto no es un problema político, ni ideológico, es un problema supervivencia.

Los venezolanos debemos empezar de una buena vez por todas a transitar el camino de la libertad, pero no podemos seguir con acciones escalonadas, con amenazas; es una acción determinada y final, entender que solos no podemos y debemos pedir la ayuda internacional con el 187.11 de la carta magna; gritar para que nuestros vecinos activen la Responsabilidad de Proteger de las Naciones Unidas, para que fuerzas aliadas protejan la vida de los venezolanos y permitan recuperar la democracia. No es una camino fácil el que viene, es ahora cuando estamos en la parte más empinada para llegar a la cúspide de la montaña de la libertad, pues debemos entender que estamos muriendo como pueblo, que todos los días mueren decenas de almas innecesariamente y que si unimos esfuerzos y vemos más allá de unos resultados electorales, podremos salir adelante.

Norman Valdez-Sánchez

Abogado, articulista, analista Político, docente universitario,  coord. de Vente Venezuela  New York.