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En los últimos años, hemos visto a líderes políticos del país decidir y decidir acciones a nombre la ciudadanía venezolana. Hemos visto, por su parte, a la ciudadanía venezolana exigiendo cosas muy distintas a las que esos líderes deciden. En este panorama político y social, que tomó un nuevo nivel aquel 23 de enero con la aplicación del artículo 233 de la Constitución, mediante el cual Juan Guaidó pasó a ser oficialmente presidente encargado de la república, la ciudadanía ha ido en un subibaja de emociones: a veces se ve cerca el cambio y a veces parece que se aleja. Unos han abandonado las calles, escenario predilecto de la ruta del coraje, mientras otras nos hemos negado a rendirnos.

En medio de esta montaña rusa aparece un fantasma que parecía descartado: el “diálogo”, ese mismo que la gran mayoría de los venezolanos rechazamos. Y es porque tenemos hoy, como nunca, a una ciudadanía consciente, pero subestimada a la vez. Se cree que el ciudadano no sabe distinguir entre diálogo y negociación o que quienes invocamos la aplicación del artículo 187 numeral 11 constitucional no sabemos de lo que hablamos.

Cómo se nota que quienes piensan eso no caminan las calles. Ese desánimo no es más que un estado de conciencia de una ciudadanía que entiende que marchar por machar o por cumplir una agenda, sin contundencia ni apalancando la entrada al país de una coalición internacional por la paz, no es suficiente para rematar esta lucha.

A veces parece que la gente conoce más a enemigos que a líderes. ¡Sí, la gente! Esa misma gente que antes repudiaba el capitalismo y hoy, desde Caracas hasta Tucupido, entendió que ese es el camino para desarrollar el país.

Hoy, en cada barrio, caserío, calle o vereda del país, hay ciudadanos que claman un cambio, una salida de raíz de un régimen que destruyó nuestra nación. Esos ciudadanos exigen que se den los pasos correctos, entienden que no es hora de experimentar con otro diálogo fraudulento y están claros de que es la hora del coraje y la de libertad.

Hoy Venezuela exige que no sigamos alargando la agonía, sino que salgamos de las oficinas de los asesores fracasados de siempre y nos dejemos guiar por el sentido común y la ética de la urgencia.

La ciudadanía está dispuesta a todo por su libertad. Escuchémosla.

@AdrianTucupido