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Venezuela, un país rico hundido en 20 años de dictadura, corrupción y miseria. Con las reservas de petróleo más grande del mundo y sin gasolina, un país que posee tantas bellezas naturales y el turismo cada día disminuye, donde los hijos de los «pranes» son intocables, por el hecho de que tienen la ley bajo su mando, dónde los jóvenes debemos decidir si estudiar o trabajar y con una involución social que cada día aumenta más.

El estado Nueva Esparta, específicamente en la isla de Margarita, la cual es (o era)  conocida como “La Perla del Caribe” no escapa de la crisis que atraviesa el país, con menos turismo a medida que pasan los años, hundiéndose cada vez más en la miseria, producto de este régimen corrupto. La falla en los servicios públicos empeora desmedidamente, son más los neoespartanos que deben cocinar a leña por la falta de gas y por los constantes cortes de electricidad debido a que poseen cocina eléctrica. Hay municipios donde el suministro de agua llega cada 30 días, agregando que las vías cada vez se muestran en deterioro.

La situación es realmente alterante, me ha tocado ver en los ojos de mi mamá la preocupación al no conseguir sus medicinas, puesto que es paciente oncológico, la noto frustrada al no tener que darnos a mí o a mis hermanos cuando hay algún malestar.

He ayudado a mi papá a cocinar a leña y su cuerpo y facciones muestran como la crisis lo ha golpeado, he corrido más de dos cuadras para poder llegar a mi casa cuando regreso de alguna reunión porque luego de las 5:00pm las calles están vacías.

He visto niños comer de la basura, personas mayores desmayarse frente a mí en la cola del banco para cobrar una mísera pensión, tengo más de un pana que ha dejado de estudiar porque la situación en su casa lo ha obligado a hacerlo y los peor, he visto cómo mi familia se ha ido quebrando poco a poco ya que muchos han decidido emigrar en busca de un mejor futuro.

Pienso muy a menudo si realmente vale la pena seguir luchando sabiendo que hay quiénes “no quieren deberle su libertad a EEUU” o simplemente creen que podemos solos, cuando la realidad no es esa. No niego que me ha pasado por la mente muchas veces emigrar, pero el amor a Venezuela y las ganas de seguir luchando me frenan.

Me pregunto: ¿Si “todas las opciones están sobre la mesa” cuántos más niños deben morir para que esta pesadilla acabe?, ¿cuántos abuelos deben desmayarse o morir haciendo la cola para cobrar la pensión?, ¿cuántos diálogos se necesitan para entender que con criminales no es posible llegar a un acuerdo?, ¿hasta cuándo debemos seguir soportando tantos atropellos de quiénes se preocupan por su imagen y no por el bienestar de un país que aclama a gritos la libertad?.

Quisiera al menos una respuesta de todas esas preguntas. El cese de la usurpación ha sido hasta ahora, el paso más difícil, el que más vidas ha costado y el que más esperanzas ha quitado.

Rendirse no es una opción, merecemos una Venezuela libre, rica y próspera, dónde solo hayan despedidas para ir de vacaciones a otro país, donde los jóvenes podamos construir un futuro digno, donde no exista la política sucia y el bienestar de los ciudadanos sea el principal objetivo, con un libre mercado donde cada quien pueda hacer lo que le plazca con el sudor de su trabajo.

 

Coordinadora juvenil del municipio Arismendi,

Nueva Esparta