Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

Ahora no tengo la edad que tengo, voy a mirar de a pa´dentro y viajar en mi memoria, aprovechando que tengo edad como para que la memoria no me traicione, tengo nueve, tengo diez, tengo once. Recuerdo que vivíamos en un edificio muy viejo, nuestro apartamento siempre estuvo impecable pero el resto del edificio era un asco. A nadie le importaría que yo rayara las paredes del pasillo, así que dibuje un cátcher de beisbol en posición. Por esos días soñaba con ser pelotero, como David Concepción y, por supuesto, jugar para los Tigres.

Todos los días religiosamente al llegar del colegio, después de almuerzo, me lanzaba al piso de la sala a hacer mis tareas. No es porque fuera muy hacendoso, menos aún me interesara ser un buen alumno. Era para que no me castigaran, mientras más terminara el protocolo, más innings podía jugar en el pasillo. El propio Vidal López, Pitcher, cuarto bate y novio de la madrina. Siempre, siempre, pero siempre ganaron los Tigres.

Venezuela era un país donde una noticia, una impresión, cualquier cosa excepcional duraba hasta una semana como tema de tertulia. Era un lugar en el que parecía nunca pasar nada. Todos los niños tienen derecho, no solo a soñar, sino a tener las oportunidades de hacer esos sueños realidad. Así como quería ser pelotero, un día Guaiqueríes de Margarita ganó su quinto título consecutivo de la Liga Especial y también quise ser como Lewis Linder. Ni de broma quería ser físico, abogado o escritor, demasiado aburrido eso. Y era, y es para la infancia, valido soñar. Todos hemos sido así, pero en esa época, además, era factible soñar. Teníamos la vida por delante, podíamos ser lo que ser lo que quisiéramos. La vida, por obvia, no era preocupación. Yo tampoco pensaba morir.

Me imagino que las niñas de hoy día sueñan con ser como Deyna Castellanos, los varones como Miguel Cabrera o José Altuve, y acabo de reparar en que los tres son maracayeros. Pero creo que son dignos de ejemplo por algo mejor que esa casualidad. Cuando veo la tragedia de los niños del J.M. De los Ríos me pregunto ¿Qué soñaban ellos con llegar a ser? Quizás no soñaban porque estaban ocupados pensando que tampoco querían morir. Quizás el único sueño era seguir aquí. Y no son nada más ellos, esa tragedia ocurre no de tanto en tanto, no es una tragedia esporádica o azarosa, es una tragedia continuada.

No puedo saber si esos niños tenían algún rencor, o si buscaban algún culpable, ellos no saben de izquierdas o derechas, democracias o dictaduras, capitalismo o socialismo. Ellos sólo querían lo que se supone a esa edad como algo normal. Vivir.

No voy a hacer de estas últimas líneas una declaratoria, ni una promesa, sólo quiero hacer una invitación. Que viajes a ese momento de tú infancia y recuerdes qué querías ser, que soñabas ser, es muy, pero muy probable que no hayas cumplido con ese sueño de infancia, Yo ni cerca estuve, pero también estoy que no te sientes mal por ello. ¿Sabes por qué? Porque tú también tuviste la oportunidad y viviste para ello.