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Los procesos electorales deben ser una radiografía exacta de las aspiraciones de los pueblos, son y deben ser algo más que números y estadísticas. Deben darle legalidad a aquello que es legítimo.

Cuando unos resultados electorales no se parecen a las aspiraciones de un pueblo se erosiona mucho el sentido y la esencia de la democracia. Han pasado demasiados años que ese sano ejercicio de reflexión, porque la democracia y la libertad necesitan permanentemente el ejercicio de la reflexión, no ocurre por estas tierras.

Desde hace muchos años nadie ha ganado nada. No es que hoy sea imposible una reconciliación, es que cualquier proceso refrendario en los últimos años, lejos de traer reconciliación, sólo han servido para aumentar las brechas.

Amigo diputado, no importa cómo te llames, no ganaste nada en el 2015; quien votó por ti realmente no voto por ti, votó en contra de algo que te hizo, a su vez, parte de otro algo, pero no me hagas creer que hiciste algo. Nada hiciste, no eres algo, no presumas de ello, eres nada y con humildad, de la nada, quizás construyas algo.

No quieras creer que tienes liderazgo. El liderazgo se construye sobre la base de la legitimidad, y la legitimidad se construye sobre la base de la empatía que se desarrolla con la ciudadanía. Las masas se equivocan, sin duda, pero si usted no construye legitimidad, difícilmente tendrás estatura moral para advertir los errores.

Un diputado legalmente representa a una ciudadanía, esa representación obtenida a través del sufragio no necesariamente goza de legitimidad si la obtención del curul se logró en unas elecciones marcadas con el voto castigo. Hay procesos electorales que lejos de ser un mecanismo de escogencia, en realidad son un plebiscito de un momento histórico, estar en la opción que te coloca en la posición pretendida no tiene ningún mérito, y es en ese caso cuando es imprescindible construir legitimidad.

No me jodan con abrogarse mi representación, me hartan con sus petulancias y egos. Yo soy yo, en mis circunstancias de tiempo y en destino. Yo no he delegado nada en nadie, ni siquiera que salgas en televisión todos los días, en radio, o algo más, no me importa. Yo salgo a la calle a trabajar, a vivir, a sobrevivir. No eres mejor porque no has calificado para ello, eres circunstancial.

Legitimidad y legalidad, se parecen y no son iguales. Legal es lo amparado en la ley; legítimo es la fiel representación, es lo auténtico, es comprobable y verificable, sin importar las circunstancias, es lo cualitativo de lo que es correcto. Mientras lo legal parece correcto, el tiempo hace que lo legítimo sea verdaderamente lo cierto. Y en ese sentido, bien puedo decir que yo no he votado por nadie.

Presidentes de mentira, asambleístas de mentira, poderes de mentiras menos los que son verdad, los de plomo y pólvoras, y todo el mundo decide por mí, por todos, y yo no voté por nadie, ni por un presidente electo por un fraude, ni por un presidente que asume por una cuestión de legalidad.

¿Dónde estoy? ¿Dónde estás? Tiene tanta legitimidad un Nicolás Maduro, como un Juan Guaidó, un Iván Márquez, un “Niño” Guerrero.

¿Quieres legitimidad? Báñate de pueblo, pero no de fotos y abrazos, sino de preguntas y respuestas. Sé humilde, ponte al nivel del albañil que se toma un café en la panadería, pregúntale al pobre que no tiene para desayunar, pregunta cosas, aprende a escuchar. No pienses solamente en ti y tus hijos, piensa en tus nietos y hasta en aquellos que la biología no te permitirá conocer.

No  seas Chamberlain, se Churchill.

No seas político, se estadista, no seas casual, sé un para siempre.

En el fondo no hay nada que moleste más a la gente que no tener voz. Ese grito destemplado que no hace eco en ningún lado, por eso se refugia en lo que puede estar a su alcance, como lo son las redes sociales. En muchos casos es la suma de esas pequeñas vocecitas quienes  logran ser escuchadas, logran ser interpretadas como un clamor; cada vez que la clase política le da la espalda a ese clamor, se deslegitima. Deja de importar la legalidad cuando dejas de ser representativo.

Te puedes sentar en una mesa con tus enemigos, hablar en representación de las masas, pero si lo haces en contra de la voluntad de esas mismas mayorías debes estar consciente que en realidad lo que estás es condenando a esas masas a un futuro que no anhela. Esa deuda que contratas al hipotecar el futuro la pagarás con el olvido. La ausencia de legitimidad crea en la sociedad anarquía y caos, la desfragmentación de la república, la desaparición de la identidad nacional.

Cuando compras o vendes algo, el beneficio es mutuo y ambas partes deben quedar satisfechas, pero negociar una transición a la democracia no es comprar un kilo de papas en el mercado. Es muy poco probable que las partes queden enteramente satisfechas, y en el medio, una brecha enorme se romperá definitivamente en la sociedad. Recomponerlo todo tomará varias generaciones enteras, y por cada generación liderazgos muy bien posicionados y comprometidos en el mismo esfuerzo, tarea demasiado titánica para que sea factible. Será más fácil que la desgracia del modelo trascienda fronteras y se esparza por toda Latinoamérica.

Colombianos, Peruanos, Chilenos, no importa la nacionalidad. Latinoamérica toda tiene el germen de una equivocada narrativa histórica, caldo de cultivo de ideologías fracasadas y de la criminalidad. Y la culpa será de todos, de quienes no logramos advertirlo con suficiente contundencia y de quienes en nombre de la paz, revelan verdaderamente profundas debilidades; quedarán y quedaremos para la historia retratados como cobardes.

Es ahora.

@RaefZibaqui