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Hugo, con una enfermedad crónica, de esas con las que las personas en países de primer mundo aprenden a vivir y por supuesto, a controlar, se encontró con la cruda realidad de que sus medicinas, tratamientos y toda opción para detener el avance de ese mal, no estaban en los anaqueles de las farmacias. En otras oportunidades, sus ingresos tampoco le permitían costearlas.

Con una enfermedad que consumía sus 135kgs, Hugo buscaba ayuda para detener el avance de su molesta compañera. Inició en un dedo, parecía inofensivo, jamás deterioró externamente nada más. La enfermedad se enfocó en destruir sus órganos internos. Sin empleo y con su familia fuera del país, difícilmente Hugo si quiera atender un día a la vez, dependía de la solidaridad de sus vecinos; de las visitas de sus hermanos, que viven en otros estados, y de todo aquello que pudiera ayudarle escasamente a subsistir.

En sus últimos días, Hugo recorrió kilómetros para encontrar una solución. Vino a Caracas con esa esperanza, pero aquí no encontró posibilidad alguna en todos los hospitales que recorrió. Con un dolor muy fuerte, una tarde decidió dejar de luchar y entregarse a esa realidad a la que estuvo condenado desde el momento en que empezó a sufrir de diábetes, pero sobre todo, por estar en la Venezuela devastada por el socialismo.

Familiares y amigos, solidarios con él, decidieron buscar darle un sepelio digno, pensando en que ese sufrimiento que llevaba Hugo podía culminar al momento de morir, sin embargo, apenas iniciaba la tragedia de morir en Venezuela, en la Venezuela chavista.

No hubo dolor, no les dio tiempo de vivirlo porque apenas llegó la noticia sobre el Hugo rendido, tendido solo en la sala de su casa, conocieron que los “zamuros” no solo están en los vertederos de basura, sino que en hospitales y morgues abundan hombres y mujeres dispuestos a cobrar sumas escandalosas para “evitar el trajín del papeleo”.

“Con 300$ puedes conseguir una urna de madera que pueda soportar el peso de Hugo y nosotros nos encargamos de llevarlo al cementerio; eso sí, sin funeral, porque eso incrementa el costo”, le dijo un “zamuro” a un familiar. Al final, en medio del desconocimiento y la desinformación, cualquiera tiende a aceptar los servicios de estos “señores”.

Acta de defunción, funeral, traslado, autopsia, pago de aranceles del cementerio y la inhumación superan las cifras que puede percibir un venezolano que gane sueldo mínimo durante  14 años.

Es así como morir en socialismo es el último sufrimiento que pasa la familia venezolana.

Por supuesto que Hugo es un nombre ficticio. La persona de quien les hablo existió y murió realmente, en esas condiciones que les describo, pero quise que en toda la lectura no olvidáramos que Hugo está muerto y que murió en socialismo.