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Siempre he sido partidario de que ante la injusticia hay que rebelarse, por ello, aquel 2017 donde Venezuela unida estaba en las calles ejerciendo su legítimo poder ciudadano para defender la Libertad, me sentí optimista e ilusionado por una gesta que sabía tenía la posibilidad de deponer la barbarie y avanzar hacia la democracia.

El hito más significativo de esa lucha fue sin duda el plebiscito convocado el 16 de julio de 2017, un evento nunca antes visto no solo en nuestro país sino en la región, pues se trataba de un acto de rebeldía ciudadana en el cual, la misma gente, organizó un evento electoral desconociendo al consejo nacional electoral y por supuesto, al régimen que pretendía instalar una constituyente como poder supraconstitucional para quebrar la república por completo.

Ese día la alegría de la gente se hizo sentir, pero también es cierto que la tristeza e indignación nos acompañó. No era cualquier cosa, estábamos retando al régimen cuyo poder se asienta en la fuerza militar, policial y de colectivos armados. No olvido cuando en las redes sociales informaban el asesinato de una señora en la candelaria, a las afueras de un punto electoral, cuando colectivos arremetieron contra la ciudadanía llevándose por delante la vida de esta mujer, que recuerdo decían era una enfermera muy querida en la comunidad. Aquella noticia me desencajó por completo, lo relacioné de inmediato con mi madre, que se encontraba en un punto electoral del estado Mérida mientras yo participaba en labores de logística, lo único que se me venía a la cabeza es que la víctima pudo ser ella.

Es así como aquel día nos enfrentamos con valor ante un estado criminal, sabíamos bien lo que estábamos haciendo y los riesgos que estábamos asumiendo, todo por una ruta que no dudábamos era la correcta. Tres preguntas nos hizo la hoy desprestigiada Asamblea Nacional: 1. ¿Desconoce usted a la constituyente y todo lo que emane de ella? 2. ¿Exige usted a los militares que defiendan la constitución? 3. ¿Aprueba usted la creación de un gobierno de unidad nacional? 7 millones y medio de Venezolanos dijeron SI. Fue el resultado anunciado por rectores de universidades autónomas y expresidentes latinoamericanos que observaron aquel proceso, fue un día en el que hicimos historia, diarios de todo el mundo nos retrataron en sus primeras planas y diversos gobiernos se expresaron reconociendo el resultado emitido. Sin duda alguna habíamos avanzado.

Los ciudadanos hicimos lo que teníamos que hacer, una vez que el régimen contra viento y marea instalara la constituyente, la dirigencia opositora tenía un mandato y los venezolanos acompañaríamos esta ruta en las calles. Pero la realidad nos cacheteó en la cara, la dirigencia había decidido dejar las cosas así y participar en un evento electoral por gobernaciones convocadas por la misma criminal constituyente que los venezolanos habíamos votado desconocer a toda costa. El resto de la historia ya la conocemos.

La indignación de aquel momento no la olvido jamás, habíamos arriesgado nuestra libertad, nuestro patrimonio, nuestra integridad. Habían matado jóvenes, padres y madres de familia, habían herido ancianos, habían dejado personas con secuelas sin poder caminar y sin poder ver. Y yo me preguntaba ¿Quién responde por nosotros? ¿Dónde está el liderazgo que dijo representarnos?

Solo una mujer salió en aquellos días en rueda de prensa dando la cara, y fue María Corina Machado. Anunciaba la salida de su partido Vente Venezuela de la Mesa de la unidad democrática, con un discurso que expresaba su rechazo al desvío del mandato del 16J y reafirmaba su compromiso en aquellos días turbios. Fue la única voz que representó la mayoría del país, el cual una parte se sentía confundido y otra parte, en la cual me incluyo, traicionado.

El 16J nos dejó una gran enseñanza, muchas caretas cayeron, la realidad política comenzó a ser desnudada, y como joven y ciudadano entendí que existían dos oposiciones, una mediocre y cohabitadora y otra realmente decida a liberar a Venezuela. Por ello, aquel día que María Corina se manifestó, decidí que mi deber ciudadano era respaldar su posición, una posición que estaba completamente sola entre los partidos pero que significaba la dignidad de cumplir con la palabra empeñada. Sin duda alguna, el 16J representó un antes y un después, porque nos hizo convertirnos en ciudadanos críticos, exigentes y vigilantes, cualidades necesarias para la transformación que queremos para el país.

Hoy, dos años después, se impone la ruta del 16J, que es la misma del 233. El presidente Guaidó debe decidir si responderá a los intereses de todo el país, o responderá a los intereses partidistas de un sector de la oposición, la misma que le dio la espalda a la gente en 2017, la misma que hoy desesperadamente se monta en las tarimas con él para ganar indulgencia, la misma que no ha entendido de que se trata esta lucha que nos tocó librar y que no estamos dispuestos a tolerar que la sigan obstaculizando.