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Siempre que escuchamos comentarios, anécdotas o vivencias de otras personas podemos utilizar nuestra imaginación para ubicarnos en esa historia y sentir, de algún modo, lo que el otro sintió.

Recuerdo que cuando estaba embarazada de mi primer hijo, mi mamá, mis hermanas, primas, tías y amigas me contaban sobre sus experiencias acerca de sus embarazos y días posteriores a la llegada del bebé; así fuese un simple “duerme mientras puedas” todas compartían algo de lo que habían pasado. Pero no fue, sino hasta que lo viví cuando sentí en carne propia lo fuerte de la experiencia.

Coincido que es la experiencia más maravillosa que he tenido, tener en tus brazos ese ser perfecto que nos revela el milagro de la vida y que tuviste dentro de ti 40 semanas más o menos, en un viaje de descubrimientos, tratando de imaginar cómo será, de qué color tendrá los ojos, la piel, el cabello, hasta que por fin lo conoces y te enamoras como nunca antes. Pero a la vez es fuerte eso de aguantar las ganas de dormir pues se levantan cada tres horas para comer. Particularmente me pasó que no sabía amamantarlo y extraía la leche para un teterito y era tanto lo que demoraba que, entre sueño y sueño del bebé, yo no tenía chance de dormir pues me estaba “ordeñando” literalmente. Fue entonces que viví la experiencia y es allí cuando entiendes que no es lo mismo vivirlo a que te lo cuenten.

Desde el año 2014 comencé a escuchar testimonios de víctimas, a través de publicaciones o conocidos, de torturas en nuestro país. Claro que ya había escuchado las historias de cuando Juan Vicente Gómez torturó gente, con Pérez Jiménez, por supuesto, la llamada Seguridad Nacional y hasta cuando Carlos Andrés, escuché que torturaban en la Disip. Pero que diferente es escuchar una historia a vivirla. Recuerdo que en 2017 bromeábamos cuando corríamos huyendo de los guardias, pues decíamos que no queríamos recibir electricidad en el trasero.

El 21 de junio llegaron a mi casa tres sujetos portando armas largas, sin identificación, uno de ellos encapuchado y a la fuerza se llevaron a mi cuñado. Estuvo desaparecido una semana y un día, hasta que supimos por los abogados que había sido presentado en los tribunales. Hoy gracias a Dios sabemos dónde está y que al menos allí no hay torturas. No sufrí torturas físicas, él sí.

Cuando tienes un caso tan cercano, no sientes físicamente el dolor, pero si un dolor en el alma, en tu mente, tus pensamientos son de sufrimiento. No fui víctima de torturas físicas, pero si, junto a mi familia, hemos sido víctimas del terror, de la incertidumbre y no saber qué otras cosas esperar de un régimen que actúa al margen de la ley.

Los ciudadanos de este país vivimos en un total estado de indefensión, pues no somos considerados como tales, es decir, no tenemos derechos. En Venezuela no existe estado de derecho.

Cada día que pasa aumentan las víctimas de este régimen delincuencial. No es una dictadura convencional, no lo es. Es por eso que nos ha costado tanto superar esta terrible situación. Pero creo totalmente en ese dicho que dice que el que persevera triunfa y alcanza sus metas.

Aunque no siempre salgan las cosas como las planeamos, a veces tardan más de lo que deseamos, si insistes, y persistes, si no te rindes lograrás llegar. Y cito la frase que hoy precisamente vi en un publicación de María Corina Machado: “Luchar hasta vencer”. Así es. Seguiremos hasta vencer. Hasta hacer posible nuestro sueño, tener una Venezuela libre, próspera y democrática.

 

 

 

María Carolina Cedeño Zerpa

Coord. Estadal de Formación

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