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En Venezuela hablar de alguna política de medicamentos en la actualidad sería increíble. Sin ningún tipo de recursos, ni el más remoto interés de fortalecer la investigación y la producción de los Laboratorios Farmacéuticos de Fabricación Nacionales y Transnacionales, menos aún, de respetar la actividad a la libre empresas, humillando a instituciones científico-técnicas históricas en Venezuela, encargadas de la regulación en materia de medicamentos; a las cuales se les suprime de sus funciones y competencias, con la misma fuerza e infortunio con que se ataca otras instituciones del país. Pero además destruyendo a las universidades y así a toda capacidad de generar nuevos profesionales para afrontar tal reto. De esta forma, el estado criminal mantiene a la población con la angustia y el dolor, en una de las pocas áreas que todavía lucha por mantener la ética, los principios y los fundamentos legales y científicos: el área Farmacéutica.

Con la misma sed de controlar toda la economía y desvirtuar la actividad productiva, se somete a las pocas empresas farmacéuticas que aún quedan en Venezuela. Desde el año 2016, se ha implementado en dos oportunidades  el mecanismo llamado “Motor Farmacéutico”; así el 18 de marzo de 2016, el gobierno de ese entonces, indicó que a través de la alianza con Rusia, China, India, Bielorrusia, Irán, y el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud, Venezuela lograría la independencia productiva de los principios activos de medicinas.

Lo cierto es que, hasta tanto no se comience con la construcción de un estado decente, que los esfuerzos se enfoquen hacia la industrialización del país, apoyo a las universidades y tecnológicos para la investigación y la docencia, además del incentivo al emprendimiento y a la libre empresa, nada se podrá hacer.

Nicolás Maduro y los ministros de salud hacen “esfuerzos” por explicar  que una de las formas de impulsar este motor es desmontar los sistemas y subsistemas de la “guerra económica” (mercado paralelo de compra y venta de divisas), sin embargo,  en este momento aunque no se habla de guerra económica, el acceso a las divisas para importar las materias primas e insumos si es crucial. Además, sugieren superar todos los mecanismos del antiguo rentismo petrolero; pero hacen todo lo contrario y profundizan el rentismo más descarado; sustituyen el concepto de redistribución del ingreso petróleo con el concepto más retrogrado y dañino, la distribución de la renta, repartiendo tajadas, dadivas o migajas con el mal llamado carnet de la patria por ejemplo.

Por último y no menos asombroso es la propuesta del régimen, de desarrollar “intensamente” la agenda económica para instalar los motores productivos, pero con un sistema de fijación de precios justos; es decir, la gran solución entonces, a juicio del ministro de salud, es la instalación de una mesa de precios para los medicamentos con las empresas públicas y privadas a fin de establecer el sistema de costos, precios, producción y distribución del motor farmacéutico. Ahora, en 2019 otra vez se repite la historia del  “El Motor Farmacéutico”, con nuevas justificaciones, dentro de las cuales está la de “sustituir las importaciones de principios activos”; siendo un engaño más, pues para sintetizar u obtener principios activos, Venezuela debe contar con infraestructura, financiamiento, entre otras cosas y años de investigación.

Venezuela no tiene la capacidad para producir todos los fármacos que necesita, cuando se sabe que decir todos es el 100 %, y esto además de innecesario es ridículo en las condiciones actuales, inclusive en las condiciones que se esperan en los primeros meses de la libertad por venir; mucho esfuerzo hará falta.

Para desgracia de la población venezolana, el estado criminal, no sólo cuenta con funcionarios de tercera categoría cuando “Recuerdan que la mayoría de los laboratorios que hacen vida en Venezuela, son tipo dos”, como una forma peyorativa de dirigirse a los laboratorios farmacéuticos; cuando realmente los laboratorios del estado, producen casi nada, no producen o sólo importan. Se dejaron de producir algunos productos biológicos, resultados de la investigación nacional de años, bajo la fachada de colaboración con ciertos países amigos, para sustraer propiedad intelectual.

Lo peor no es lo que hace el Estado criminal; sino la clase de personeros y representantes gremiales o voceros oficiales cómplices o acomodaticios, aparentemente en cargos vitalicios, cuyo oxido en los puestos sólo les permite, emitir algunas opiniones, de muy bajo nivel técnico por cierto, para quedar bien con sus agremiados, en una especie de discurso, en contra de, o solicitando “respuestas” a un estado, pero sin hacer mayores esfuerzos por una solución real, es decir aparentar un cambio para no cambiar nada.

Muchos involucrados en el tema, están lejos de comprender las ventajas de una economía sana, una economía de libre mercado, de la libertad de empresa; así también del valor de respeto a las instituciones científico-técnicas en materia de regulación de medicamentos, a las cuales el régimen desprecia, para poder lograr sus metas reales, que es ofrecer a Venezuela como mercado, de los medicamentos fabricados en países, cuya procedencia y calidad no está comprobada rigurosamente; porque ni eso respetan al establecer mecanismos fáciles para el Registro Sanitario, de medicamentos proveniente de ciertos países. La baja disponibilidad de medicamentos y la muy mermada accesibilidad a los mismos por parte del venezolano, hacen que estos recurran a mercados sin la debida regulación, con el riesgo de adquirir productos además de baja calidad, adulterados y falsificados.