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Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras de todo el globo terráqueo, se encuentra sumergido en una tragedia histórica, provocada por un sistema criminal, que tiene un solo nombre: socialismo.

Una nación que nació destinada a ser una potencia mundial, se ha convertido en una economía que amenaza a la región; posee la inflación más alta del mundo, que pulveriza el salario de los venezolanos, pues no alcanza ni para comprar un pollo al mes. Conseguir las medicinas es una tragedia, el gas doméstico es cada vez más difícil de obtener; pretenden ahora regularlo por medio del CLAP, «institución» que distribuye los alimentos de los venezolanos de forma inhumana. Del mismo modo, diversos sectores del país aún sufren la decadencia de los servicios públicos, tales como el agua, la electricidad y la recolección de basura.

Asimismo, el régimen de Hugo Chávez y su sucesor penetraron todos los órganos del Estado; convirtieron la administración pública en un parapeto sumergido en la mediocridad e ignorancia, que se encuentra sometida a las órdenes de Nicolás Maduro, quien hoy usurpa la presidencia de la República. En consecuencia, los derechos ciudadanos son trasgredidos sistemáticamente.

En este orden de ideas, las condiciones de las cárceles venezolanas no son aptas para el ser humano, pues el hacinamiento carcelario se ha incrementado con el pasar de los días; los Centros de Detención Preventiva del país se han convertido en depósitos humanos. Estos centros fueron diseñados para tener a los reos de forma transitoria por un tiempo no mayor a 72 horas, y la realidad es que pasan años en dichas instalaciones, vulnerando así el principio constitucional de celeridad en el proceso judicial, menoscabando el debido proceso y aunado a ello, los derechos humanos.

Las infraestructuras de los centros de detención antes mencionados no están en condiciones para el ser humano, pues en su mayoría no tienen servicios de agua, luz, recolección de basura e incluso no cuentan con asistencia médica para atender enfermedades tales como tuberculosis, escabiosis y bronquitis, que se han vuelto muy comunes en la cárceles venezolanas.

En definitiva, el deterioro del sistema penitenciario venezolano ha ido en picada; las cárceles han pasado a ser almacenes de humanos, convirtiéndose en un infierno para los privados de libertad en nuestro país.

Por eso, debemos trabajar arduamente para conquistar la libertad de nuestra nación y convertir a Venezuela en un país rico de verdad y con ello garantizarle a los reos condiciones humanas.

 

 

 Danny Velásquez

Secretario Político 

 Vente Joven Nueva Esparta