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(Caracas. 10/09/2019) El agua le llega al cuello a la dictadura socialista con el Esequibo, pretendiendo evadir sus responsabilidades al criminalizar a la oposición. Algo jamás visto en el historial de la reclamación,  un ardid tan temerario sólo tiene una explicación: jugar adelantado a la decisión que pueda adoptar la Corte Internacional de Justicia.

Y no es porque, en etapa de sentencia, debamos cumplir con La Haya, pues, jamás Venezuela suscribió el tratado que le dio origen a la instancia, sino por el profundo impacto psicológico que provocará entre nosotros, desnudando al régimen. Además, no por casualidad, Maduro Moros y Rodríguez Gómez, ejercieron a sus anchas la Cancillería.

En nuestra hipótesis, la coartada luce oportuna: responsabilizar a terceras personas de los actos consecutivos de negligencia y acomodo a los intereses cubanos en lo que, entienden, es su área de influencia.  Por ello la falaz acusación.

Ahora, mecen un asunto grave y delicado por una táctica política perversa. Tácita y hasta involuntariamente, se había impuesto la prudencia a la espera del acontecimiento judicial, observando – incluso – cautelosamente la crisis interna que aqueja al particular régimen del vecino país, o el desarrollo de las exploraciones petroleras en la Fachada Atlántica, pero decidieron alborotar el avispero, estremeciéndolo, fiscalía por delante, para – al menos – acuchillar moralmente a la oposición.

De nuevo, revalida el planteamiento que ha sostenido la Fracción 16-J: es necesario superar la dictadura para encaminarnos hacia una solución del problema esequibano. Y ojalá no sea tarde, subrayamos.

Luis Barragán