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La política del dialogo y la negociación, nunca, nunca han dado buenos resultados, cuando se trata de salir de situaciones de relevancia, donde la humanidad ha marcado la historia; sobre todo cuando la negociación se intenta llevar entre una de las partes que ejerce la diplomacia y la política, con la otra parte que actúa sin códigos éticos, cuyos mecanismos y procedimientos son los de un delincuente; es decir, no existen códigos ni principios, por lo tanto, la palabra, la política y la diplomacia no valen nada. Pero aún más grave, es que la falta de coraje, decisión y claridad en identificar al enemigo y asumir una posición firme generan en el curso de los acontecimientos serios problemas a futuro, muy difíciles, tortuosos y sangrientos de resolver.

En otras palabras, la llamada política de apaciguamiento no funciona. Uno de los duros, traumáticos y malos ejemplos de negociación en la historia moderna, fue el llevado a cabo por el primer ministro inglés Neville Chamberlain, unos meses antes de iniciarse la segunda guerra mundial. El primer ministro Chamberlain, que no era precisamente un presidente encargado ni interino, en algún lugar de su psiquis construyó la idea de que, cediendo a las exigencias del enemigo, este no tomaría represalias, se sentiría honrado con la entrega y se replegaría en sus ambiciones. Sucedió todo lo contrario, el enemigo en ese entonces, el Fûhrer Adolf Hitler consideró que la concesión hecha por el primer ministro inglés en 1938, cediendo Los Sudetes (una cadena montañosa donde vivía una mayoría de ciudadanos alemanes, pero que era territorio de Checoslovaquia) a Alemania, era una actuación, un reflejo de debilidad y hasta de cobardía. Luego de firmar el acuerdo de Múnich, Hitler y Chamberlain sonrientes, habían más bien firmado el inicio la II Guerra Mundial, que ocurriría meses después, con la invasión nazi a Noruega. Pareciera que aquel escenario y el de la Venezuela actual es pura casualidad y obviamente salvando las distancias.

Negociar para aquel primer ministro inglés no era o no significaba lo mismo que para Adolf Hitler.  Para el primero, era una oportunidad de evitar males mayores, evitar desenlaces catastróficos, evitar que Francia e Inglaterra entraran en guerra directa con la Alemania nazi. Para el segundo protagonista de aquella negociación, era un momento de diversión, de jugar con la presa en una decisión que ya estaba predeterminada.

Revisando y analizando esos acontecimientos, entre otras cosas se pueden hacer las siguientes consideraciones: 1) ningún presidente o líder mundial pudo reconocer las advertencias que algunos años atrás había hecho, el que sería luego primer ministro y líder de los aliados y el mundo Winston Churchill, cuando aseguraba que los nazis se estaban armando. 2) Una vez concretado el acuerdo de Múnich, uno de los negociadores, el ingenuo y timorato según la historia, terminó  aceptando las condiciones de ese enemigo. 3) El primer ministro inglés Chamberlain, jugó con las vidas y esperanzas de una población y peor aún, puso en vilo la supervivencia de la humanidad.

Las conclusiones que emergen luego de los análisis de ese momento en la historia, conducen  a declarar por un lado, la sumisión y pobre visión política de los congéneres y por otro, que la “política de apaciguamiento” no funcionan con los jerarcas y líderes malignos.

Luego de una negociación puede o no llegarse a acuerdos. La realizada en la Casa Amarilla en Venezuela, parece ser lo más avanzado en recomendaciones de “los camaradas” rusos y chinos, que se traduce en: hacer lo posible por apaciguar, mimetizarse y dejar su semilla, su vástago; dicho de otra forma, ganar tiempo; así como se lo recomendaron en los años 60 a los comunistas: “esperen 20 años y tomarán el poder”. Hasta este punto se llega por una falta absoluta del conocimiento sobre el manejo de la política, por la fragilidad del conductor, por no tener la trayectoria y experiencia en situaciones apremiantes y difíciles, por lo que se genera la tercera condición, al carecer precisamente de las dos primeras, la ambición desmedida y fraudulenta de un cargo de poder; la única forma para algunos de conducir este momento de la historia, ceder al mal y aparentar la obra maestra de un estadista. Nada más lejos de la verdad, y si la tecnología nos diera la oportunidad; aunque con la imaginación pudiéramos obtener una aproximación, tendríamos la certeza, de cómo el Mariscal de Campo Antonio José de Sucre, actuando de jurado examinador de la tesis de apaciguamiento, tendría que reprobar semejante afrenta al intelecto y la estrategia política.

No se le pedía mucho, sólo conducir el fin de la usurpación y una transición. En fin, nada más que un contratiempo, provocado por algunos arlequines, que no detendrán la desaparición de las ideologías totalitarias y sus jerarcas, del socialismo y del maleficio que los venezolanos hemos cargado a cuesta por tanto tiempo.

@aricard53712558