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«Nuevas aguas desean producir los mismos lodos para tapear a la misma gente» puede ser una frase que defina nuestro acontecer en la América Fallida, esa que desde México a Chile difiere en cómo nombrar su tamal de origen, pero coincide en la obediencia y el fervor hacia lo que nos marca y hace daño como sociedad. A 30 años de la caída del muro de Berlín, nuevas barreras se han levantado sobre América Latina que impiden nuestro desarrollo y crecimiento. El populismo ha demostrado ser más duradero que el bloque y hormigón, las ideas socialistas más rentables que los tanques soviéticos y el militarismo ha hecho nuevos pactos para vestirse de civil.

Mientras escribo estas líneas, nuestro pedacito de tierra es un gran lodazal donde se agitan banderas de retroceso y se defiende la maldad por considerarla libertad. Desde la Patagonia hasta el muro del norte, el socialismo y el conservadurismo adoctrinan su nueva generación de incautos mártires, despreciables dictadores e intelectuales arrendados, mientras los pueblos sufren y se inmolan por sus falsas verdades. Es la América Latina que me tocó tolerar, espero que sea la misma que nos permita cambiar y dar un paso adelante pese a sus dificultades.

Desde Caracas se oxigena el Foro de Sao Paulo, pactando con el narcotráfico, las guerrillas y el crimen organizado, liderado por Cuba y oxigenado por la tiranía venezolana que se sostiene por una cohabitación interna. En Puebla se desmarcan a simple vista de las guerrillas y el narcotráfico, compartiendo la misma agenda y el mismo agrado a las sociedades criminales organizadas que dejan tan buenos dividendos. Atentan contra nuestros residuos democráticos, queman íconos y hostilizan a quienes defendemos la libertad y democracia amparados en valores occidentales.

La respuesta no ha sido la mejor: debilidad, desorganización y entrega han sido las consecuencias visibles de las democracias hacia el ataque que se ha lanzado desde Caracas. Desde la joya Chilena, ejemplo de libertad y democracia, hasta la recién liberada Ecuador, donde Lenín entrega su posición de fuerza ante un Correa en el exilio vendiendo el futuro de su nación. Cuanto hace falta una verdadera coalición de resistencia democrática en nuestra región, cuanto hace falta que se amplifiquen los gritos de líderes como María Corina Machado, Luis Almagro y Álvaro Uribe, para que de una vez por todas, puedan articularse todas las fuerzas democráticas y planifiquemos nuestra resistencia y avance en contra de estos males.

En la otra esquina oscura, muy callado esperando el desarrollo de los acontecimientos generados por la agenda de Caracas, van susurrado a oídos víctimas y oídos incautos los tristes silbidos de marchas marciales y estruendos de botas contra el asfalto. Es, sin dudas, el militarismo conservador, que sigue vivo y agarra fuerzas. «¿Quién será el próximo Pérez Jiménez o Augusto Pinochet?», se debaten los que falsamente llevan la palabra libertad estampada en sus camisas, mientras enardecidamente lanzan su propaganda por redes y medios de comunicación esperando despertar al bárbaro que le solucione su principal problema: acabar con el pensamiento diferente.

Estas odas al orden conservador siempre tienen oídos finos que escuchan y esperan su oportunidad. El militarismo camaleónico e inclemente, que siempre aprieta su bota sobre estudiantes y diferentes, está listo para pintarse del color que sea necesario y asaltar el poder. Tenemos el caldo de cultivo perfecto en nuestra fallida región para cosas peores, donde las falsas justificaciones parecen representarse en la culata de un rifle o en el zumbido de una bala y debemos prestar igual atención que al socialismo, ya que empieza a germinar en todos los espacios sin necesidad de abono.

La lucha es contra el socialismo y el militarismo, si no fuese así, sería únicamente cambiar nuestro tiempo, libertad y sangre por una simple elección entre opresores. Temo cuando el militarismo y el socialismo se dan la mano, como sucede en Nicaragua, Cuba y en Venezuela, donde lo he padecido en carne propia. Los ciudadanos civiles debemos apostar siempre a una democracia liberal, con cada vez menos presidencialismo y más libertades. Nos merecemos una región diferente a la que tenemos, con crecimiento que pueda reducir la pobreza, con convicción de tener un mejor mañana. Debemos salir de esta América Fallida, debemos darnos una oportunidad como sociedad.

Fernando Marcano, coordinador de Organización de Vente en Aragua.