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«El sistema totalitario con sus pretensiones toca al individuo a cada paso. Obviamente lo toca con los guantes de la ideología. De ahí que en él la vida esté atravesada de una red de hipocresías y de mentiras. El poder es prisionero de sus propias mentiras, y por tanto tiene que estar diciendo continuamente falsedades. Falsedades sobre el pasado, el presente y el futuro. Miente cuando dice que respeta los Derechos Humanos, que no persigue a nadie. Miente cuando dice que no miente.

El individuo no está obligado a creer todas estas falsificaciones, pero ha de comportarse como si las creyese, soportarlas en silencio o comportarse bien con los que se basan en ellas.

Está obligado a vivir en la mentira. No tiene que aceptarlas. Basta que haya aceptado la vida con ella y en ella. Así ratifica el sistema, lo consolida, lo hace, lo es.»

Así escribe Václav Havel, uno de los primeros disidentes checoslovacos del horror comunista. Sus palabras, a pesar de haber sido escritas hace mucho, en un mundo que para algunos resulta distante y lejano a nuestra época, en realidad están más vivas que nunca. Vez tras vez, los totalitarismos intentan asechar la vida humana; expandiendo sus parasitarias manos sobre la vida de las personas con una violencia virulenta. La bestia despótica se asoma cada tanto con la intención de volver a cercenar las libertades civiles, afila sus garras, pasa la lengua sobre los dientes, olfatea sangre.

El psicólogo Philip Zimbardo, afamado por su experimento de la prisión de Stanford, escribió un extenso libro en el que desarrolla la teoría de un fenómeno psicológico: El efecto Lucifer. En él, el catedrático describe dos tipos de maldad:

  1. La maldad activa, bastante predecible en sus actuaciones, siempre perversa y degenerada y con un delirante deseo de dominar a los demás, e infligir los más inenarrables horrores sobre el prójimo.
  • La maldad pasiva, es aquella que reconoce el mal evidente, lo sabe, pero no hace absolutamente nada para que se detenga; instrumentalizada por la misma perversión como una colaboración para que la miseria se ciña sobre todos.

Václav Havel enseña que basta con que se acepte la vida con el sistema totalitario para convertirse en el mismo sistema. Y esto no es algo viejo, como he dicho antes, es algo que ocurre hoy mismo, mucho más cerca de lo que imaginamos.

Hoy, nuestra Latinoamérica se ve constreñida por ataques de intenciones totalitarias: comunistas nuevos y comunistas viejos, nostálgicos del horror soviético, admiradores de la tragedia cubana, idólatras del régimen chavista. Son muchos los que forman parte de la maldad activa, pero están los que para su desgracia son parte de la pasiva; aquellos que reniegan la brutal importancia que tiene detener esta penumbra que nos asola como región, que niegan la premura de desmantelar a las mafias que han encontrado, dentro de nuestras fronteras, un santuario para sus masacres liberticidas.

Maquillar estos momentos con el argumento de que es un “problema sólo de los venezolanos”, o que si “votamos ganamos”, es convertirse en cómplice de lo que nos ha llevado a esta tragedia humanitaria.

Lo vemos en Chile: propuestas de una muy sospechosa Asamblea Constituyente con dos intenciones; acabar con el sistema que llevó a la nación austral a ser una de las mejores de Latinoamérica e para implantar una asfixiante tiranía progresiva.

Víctima también es Bolivia: con un tirano fallido que a todas luces es capaz de convocar a sus secuaces para que tranquen carreteras e impidan el paso de alimentos.

No muy lejos va Ecuador: con ciegas concesiones a seres que reclaman caprichos y locuras para extender el insostenible aparataje estatal.

Argentina mira con estupor, cómo un sistema de impunidad y mentiras vuelve a posicionarse con el Poder.

México se lamenta ante la incompetencia de un líder con unas declaraciones que quedan en entredicho.

Y el nuevo objetivo es Colombia: ni pacífica ni reivindicativa; las marchas promovidas por ciertos grupos pretenden generalizar el saqueo, la destrucción y la incitación del odio.

El mundo no se merece el lavado de la historia criminal de ELN, FARC y Hezbollah. Nuestra civilización occidental ha nacido para ser algo más que la obediente esclava de cualquier atrocidad del totalitarismo que ha desangrado a tantas vidas, y que ha sido responsable de más de 100 millones de muertes a lo largo de la historia.

Más allá de los argumentos supuestamente pacifistas, hemos de decir que esta barbarie no se detendrá convirtiéndonos en el trampolín de los intereses expansionistas del Foro de São Paulo y del Grupo de Puebla. Nadie quedará libre de las consecuencias si la maldad pasiva sigue dando concesiones a estos embates, sin ofrecer ningún tipo de resistencia. Hay que decirlo: la paz mediante permisos a la degeneración violenta, no puede ser paz en absoluto.

La gesta libertaria, tal y como la ha configurado el consenso de la maldad pasiva, no podrá alcanzar la libertad verdadera si no nos plantamos de pie frente a estos males. Venezuela, Ecuador, Chile, Bolivia, Argentina, México y la mismísima Colombia; enfrentan a grupos del terror que padecen una enfermedad moral de primer orden, y que debe ser derrotada sin paliativos.

Uno puede estar en contra o no de ciertas personas, es parte de la libertad que todos tenemos; lo que no se puede permitir precisamente en nombre de esa misma libertad es normalizar al terrorismo y violencia sobre ciudadanos indefensos. Tampoco se debe dar impunidad moral sobre quiénes proclaman argumentos de métodos por todos conocidos por su inutilidad, frente al régimen que enfrentamos.

Recordando nuevamente a Havel: «Una palabra verdadera, incluso pronunciada por un solo hombre, es más poderosa, en ciertas circunstancias, que todo un ejército. La palabra ilumina, despierta, libera.» La verdad y la palabra son nuestras herramientas para encauzar nuestro rumbo, nuevamente, hacia el esplendoroso sendero de la tan anhelada libertad.

Se dice que lo único que necesita el mal para triunfar es que la gente buena no haga nada. Es por ello y más, que debemos afirmarlo: nuestra lucha es porque la libertad prevalezca. Nuestra lucha es por la victoria del bien.

Lunes, 23 de Noviembre del 2019.

Henry Nadales Gil.