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La estratagema planteada para llevar adelante conversaciones por parte del diputado y presidente encargado Juan Guaidó, con la cúpula del poder en Venezuela, está de inicio, más que mal hecha o mal planteada, muy mal intencionada.

Que el diputado Juan Guaidó (JG) se convirtiera en una figura definida como presidente encargado, obviamente no sorprendió a la mayoría de los venezolanos, por una simple razón: así tenía que ser. Esto era el primer resultado práctico de una alianza política de los sectores de oposición que poseen la mayor cantidad de diputados en la Asamblea Nacional. O por lo menos eso era lo visible y nadie lo ponía en dudas. Se generó la esperanza.

La designación de JG como presidente encargado, no respondió a una trayectoria política o militar sobresaliente, o por sus descollantes triunfos parlamentarios en discusiones fuertes y de altura, o tal vez por sus aportes científicos durante su ejercicio profesional o por su envidiable biblioteca producto del cúmulo de sus publicaciones. La verdadera razón se ignora. Lo que se quiere decir, es que el presidente encargado fue colocado ahí para seguir y cumplir con una ruta, un plan trazado, y fue él el elegido, así como pudo haber sido otro, para cumplir con la misión.

Luego, como es costumbre en Venezuela, las personas que poseen el poder, de cualquier nivel y naturaleza, comienzan a actuar por si solos; con sus propios lineamientos y criterios y, preferiblemente sin ningún tipo de control. Esto sería poco objetable si los resultados no estuviesen a la vista, en lo actual y lo histórico; pero aún menos conveniente, si tomamos en cuenta la trayectoria del aludido, citada en el párrafo anterior.

Cuando la cúpula criminal del gobierno usurpador planteó el diálogo, premisa para demostrar su debilidad y arrinconamiento, el presidente encargado debía negarse, pues uno de sus compromisos fue no aceptar maniobras apaciguadores que no condujeran a la salida del régimen y sus mafias, quedando abierta sólo la posibilidad de una negociación para determinar los términos del desalojo del poder.

Por razones desconocidas, el presidente encargado decidió emprender un camino muy tortuoso, difícil de entender y de una vez muy poco efectivo, aceptando unas negociaciones en nombre de la oposición y de espaldas a los venezolanos. La primera parte del acuerdo consiste en apaciguar los ánimos y las iniciativas de oposición que sean fuertes, estructuradas y con objetivos claros. Por su parte del estado criminal realiza una retirada táctica de todo tipo de vocero, funcionario de segunda y tercera categoría, voceros de base y hasta de los grupos de choque de la misma población. Se comenzaron a mimetizar, a reciclar en otros cargos y sobre todo a tomar posición hasta de reconocimiento de la situación “difícil” existente en el país. Al mismo tiempo se genera un planteamiento del régimen, de dar en concesión una “mina” a ciertas instituciones, provocando como resultado lo que algunos califican como “normalización”, para brindar una aparente abundancia que conlleve a la aceptación.

De la negociación. El aporte que en esta etapa le correspondía al presidente encargado, era en primera instancia adelantar el nombramiento por parte de la Asamblea Nacional de una directiva del “nuevo” Consejo Nacional Electoral, para iniciar un proceso de elecciones, que ni estaban previstas, ni era el primer paso de la ruta planteada. Adicionalmente, lo que causa mayor confusión y coloca la actuación de JG en una posición contradictoria; es el caso de la convocatoria a marchas nacionales, según: para sacar a la tiranía y terminar con la usurpación.

Sí, efectivamente, aunque estas actuaciones distan mucho de una estrategia nacional para terminar con la dictadura, no lo es para los propios intereses del presidente encargado y su partido (nada nuevo en Venezuela). La convocatoria entonces, a marchas nacionales se ubica o establece en el marco de una acción de proselitismo político, de propaganda electoral, una simple campaña electoral para la negociada elección presidencial.

Todo lo anteriormente descrito puede significar lo opuesto a lo deseado; por lo tanto, valdría la pena indagar en algunas hipótesis: 1) Los asistentes a las marchas apoyarán, en alta proporción, al presidente encargado en una eventual elección, 2) El madurismo se replegará y cederá el gobierno a causa de las presiones internacionales, el embargo económico y la cercanía de tiempos más complicados e insostenibles económicamente; luego germinará en situaciones más apropiadas para ellos, 3) Comenzaremos nuevamente un ciclo de supuesta renovación, pero con un estado podrido y vicios del pasado, como el populismo, el espíritu de distribuir la riqueza y la concepción marxista, 4) Se logrará sacar a los usurpadores a todo nivel y trascender de inmediato a la edificación de la república Liberal, con la conducción de la única organización en el país, preparada para ello.

En conclusión, urge la claridad de objetivo, que conduce la coherencia, la honestidad, el pragmatismo, la fuerza, el arrojo y el compromiso. El tiempo de la debilidad y la dilación, ya pasó. ¿Cuál será la hipótesis que se imponga? Dependerá de los venezolanos.

@aricard53712558