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La palabra libertad son más que ocho letras ajustadas en una línea. Es el portal de entrada a una cantidad infinita de noches insomnes, a madrugadas en la carretera, a besos en la frente, gas en los pulmones, lágrimas en el asfalto, sonrisas ingenuas y esperanzas inmortales.


Por la palabra libertad he vivido desde que tengo 17 años. A ella he consagrado horas de trabajo y días de educación. La palabra libertad ha sido mi bandera a lo largo de muchísimos meses, con cada semana y segundo entre ellas. Por la palabra libertad murió gente que amo; y luego otras palabras como sangre, hambre y asfixia han inundado todo lo que un día fueron esas ocho letras.


Nuestra joven y maltratada democracia ha sido huérfana eterna de la palabra libertad, pues —entre unos y otros— han convertido a sus sueños incipientes, en el delirio de degenerados que la mantienen cautiva. Yo a la palabra libertad nunca la he vivido y desde que tengo memoria me ha hecho falta; nunca he compartido mi vida a su lado, pero siento que he estado enamorado de ella desde siempre, que ha perforado mi corazón desde la eternidad.
Sólo una duda atraviesa mi existencia sin la palabra libertad: ¿por qué?. ¿Por qué, si no la he tocado, deseo estrecharla entre mis brazos? ¿Por qué he dedicado mi alma y cuerpo hacia ella? Todas las respuestas surgen en ese motivo que decía Sabines: la vida tiene su secreto; ese secreto se llama porque sí.


Estoy enamorado de ocho letras, entregado porque sí, y yo sé que no hay amor baldío. La palabra libertad es el amor de mi vida, y puedo decir que me siento lleno de ella cuando recorro mi querida Venezuela. Desde las montañas de Mérida con los andinos y su nobleza; los llanos de Barinas y Portuguesa cargada de hombres y mujeres con alma de centauros; la Venezuela profunda de Guárico; hasta el imponente Ávila abrazando a Santiago de León de Caracas… Este país fue acunado entre sueños.


Aquellos que han luchado por la palabra libertad, escuchan al calor y al viento hablando de ella: en esos rugidos entre las aceras que detienen huracanes, en esas manos juntas de una madre con sus hijos yendo hacia la escuela, en los ojos de niños sedientos de justicia que son capaces de embellecer cualquier ruina, en la sonrisa del abuelo que cura la tristeza…


Por la palabra libertad he soñado despierto y siempre es la misma, siempre exacta: agua en el desierto, festival entre mis venas, puente sobre el abismo, abrigo que me cubre de la noche. Y ojalá quiera la vida, que esta pasión por ella no se vaya ni cuando sea el momento en que esté de vuelta; que aprenda yo a permanecer en la primera línea cuando otros se han marchado, a resistir donde todos se han rendido.


Y yo sé bien que los 19 años, en cualquier otra parte del mundo, pasan —como diría el poeta— por invitar a chicas hermosas a apurar la vida, pero la vida corre veloz cuando invitas a la más hermosa de todas: la de ocho letras, cuyo nombre es libertad. Y sé también que este año ha sido duro, pues esa democracia maltratada aún sigue sufriendo los golpes tiránicos de un homicida. Y conozco de esa depresión tuya que parece instalarse y no se va. Sé que mantienes una esperanza herida que es erosionada por la espera… pero también veo en ello la ilusión de querer algo más; ese fuego que te hace soñar y trabajar, ganarte la vida con tu esfuerzo e imaginar un mundo lleno de oportunidades.


La palabra libertad vive en la misma dirección de quien lee este poema, duerme y se despierta a las mismas horas sobre su cama. La palabra libertad vive en ese llanto del que nadie fue testigo, allí cuando creías haberla perdido. Es el recuerdo de ese sueño de la infancia, el agua que chapoteabas en la ducha cuando eras un pequeño, el beso de tu madre en la frente y ese amor impensado que te llena cada mañana.


Empecé estos renglones diciendo que la palabra libertad encierra noches sin dormir, pero te prometo que un día cerrarás tus ojos —recordando este presente de pesadilla— y tu sueño se hará realidad; tu corazón y tu mente lo sabrán, y las lágrimas sobre la almohada habrán valido la pena… La libertad no será solo una palabra, será una realidad.
La palabra libertad llegará como una suave brisa y en forma de luz… una luz que parece infinita. Un rayo que parece magia. Y estarás feliz, aunque no sepas muy bien el porqué, estarás feliz sin más. Y en medio de esa felicidad no desearías estar en ninguna otra parte, justo al instante querrás detener el tiempo. Y vencerás sobre las fuerzas opresoras que te mantuvieron encarcelado. Y tú, aunque sigas siendo tú, serás un suspiro de ese instante. No podrás evitar sonreír como la primera vez que te sentiste enamorado, y verás cómo todo el sufrimiento muere tras las montañas… No habrá más dolor, apatía o cansancio; creerás incluso haber olvidado lo que es eso. Y aunque el mundo siga siendo mundo, no será el mismo, sino aquel que te has ganado.


Y ya lo sabes, querida alma, la libertad está contigo siempre, pues es el único sentido del todo. A ella no te conecta un hilo mágico, sino cada una de las venas de tu cuerpo. Y si este sueño es acero, tu espíritu es un imán… Ve por ella, haz que sea algo más que una palabra, y aunque haga falta su presencia en tu vida, sobran motivos para buscarla.


A ti te hablo, alma viva, ¡viva siempre la libertad!

Martes, 24/12/2019.
Henry Nadales.