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Que tragedia vive nuestra gente cuando cada día nace un problema más grande que el otro, y somos tan generosos que nos olvidamos del problema anterior y desviamos nuestra atención a la tragedia del momento. Hoy vemos con el corazón destrozado, como nuestros hermanos venezolanos regresan a casa caminando y no podemos apartar la vista para evitar que nos duela, así como nos dolió verlos partir.

Nos olvidamos que muchos nos quedamos aguantando cada una de las nefastas políticas del Socialismo del siglo XXI, nos olvidamos que entre los que nos quedamos estamos saturados de personas que se encuentran comiendo de la basura, que los enfermos psiquiátricos ya hace años los abandonaron en las calles para que sobrevivieran por sus propios medios como si fueran animales, que para los que nos quedamos no hay medicinas y si se consiguen son incomprables, que o se tiene con qué cómpralas o se llena el estómago de tu familia, esto cada día se hace más difícil y en muchos casos imposible.

Se nos olvida que la realidad de estos migrantes en la actualidad ha sido la misma que han tenido muchos de los venezolanos sin salir de Venezuela, y tal vez peor, porque aquí también tenemos un gran porcentaje de la población que vive del día a día y que no tiene con qué comer, ni alimentar a los suyos y no es desde el inicio de la pandemia, ya tienen años que los empresarios y comerciantes honestos que tenían toda su vida produciendo para la sociedad quebraron.

Hasta el simple caletero que se quedó en el país y ha aportado para nuestra sociedad aguantando, o el profesional de la educación que simula un sueldo que no le sirve sino para comprar un pan y un litro de leche, o el médico y el enfermero de los que tanto necesitamos hoy que no ganan ni para poder cubrir sus desayunos en el trabajo; en el hospital donde están esperando a todos los afectados por la pandemia poniendo en riesgo sus propias vidas ya que no cuentan con los equipos de protección necesarios.

Claro está, que estando lejos de su propia tierra en esta situación, la decisión de nuestros ciudadanos de regresar a casa, es la más acertada y cualquiera en su posición también lo haría… estando su salud en peligro, con un riesgo latente de morir, sin poder trabajar para cubrir las necesidades básicas, ni tener donde vivir buscaría estar cerca de los suyos… eso es instinto de supervivencia. Pero también es una realidad que esto agrava la situación de los que se quedaron, donde si la pandemia se agrava, la posibilidad de tener acceso a una cama en el hospital, de atención médica o de caso extremo acceder a un ventilador disminuye considerablemente…  y muy posiblemente la situación se va a agravar a un más  si nuestros  venezolanos ingresan al país contagiados, pudiendo esparcir el virus para los que tenemos ya largo rato cuidándonos.

Nos encontramos frente a una realidad cruel, donde los venezolanos que migraron tienen derecho de estar en su tierra,  la que no les puede cerrar las puertas… pero también existe  la realidad de que hay millones de venezolanos en este suelo sufriendo los mismos padecimientos y a esos tampoco los podemos olvidar.

Es allí donde con más fuerza lo digo como lo he repetido desde hace tiempo, solos no podemos. Es el momento en el que los países aliados deben brindarnos una mano de ayuda para salir de este infierno, ni los que se fueron ni los que nos quedamos podemos esperar más.   

Nuestros hijos, nuestros hermanos están volviendo a casa y eso nos llena de regocijo pero  no podemos olvidar a nuestros hermanos que todavía están sufriendo en esta tierra de la que no se han querido apartar. SOLOS NO PODEMOS.

@AndersonChaconC

Coordinador de Asociaciones Ciudadanas

Vente Táchira.