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(Madrid. 13/04/2020) “Al lugar donde fueres has lo que vieres”, es un dicho popular venezolano, que cuando estás fuera de tú casa o país, se viene a la mente; porque a los que nos ha tocado venir a esta casa ajena, la España que nos ha abierto las puertas y nos ha dado cobijo, a unos mejor que a otros, este dicho cobra más importancia y se deja leer mejor entre líneas; nos deja una gran enseñanza, tenemos que aceptar y entender, sobre todo entender lo que se hace aquí, a veces, aunque no esté cónsono con nuestros conceptos.

Es preciso que dejemos de creernos el ombligo del mundo, ser humildes y aprender, adaptarnos, aceptar y sobre todo agradecer y respetar, porque estar aquí es una bendición y en parte es porque debemos cumplir con un propósito aquí. Digo esto porque se nos abre un panorama constantemente al que nos debemos adaptar, no solamente por el día a día, trabajo, costumbres, hábitos, tradiciones, ética personal y profesional y vida familiar, sino además por lo que has aprendido en las aulas universitarias y las herramientas que traes contigo para trabajar y ganarte la vida en esta, tu nueva casa, sin olvidar que es una casa ajena.

Recuerdo que recién llegada, siempre montaba “un follón” cuando escuchaba en el telediario referirse a Maduro como Presidente de nuestro país, y saco esto a colación tan solo como un ejemplo; pero he ahí la raíz de esta reflexión. Yo como comunicadora no entendía por qué, me cansé de enviar tuits a cuanta estación de televisión y periódicos lo hacían, pero esto me llevó a tener un poco de astucia reflexiva, a pensar como investigadora y recordar ese dicho de mí abuela; estas cosas me impulsaron y motivaron a pensar, escrudiñar, investigar, buscar, escarbar, como decimos nosotros el por qué, la causa y la razón argumental de este tipo de afirmaciones y aseveraciones que para mí no tenían pie ni cabeza.

En las universidades venezolanas, en las escuelas de Comunicación específicamente, siempre tuvimos profesores de una tendencia política u otra, sobre todo de izquierdas; pero nunca, nisiquiera siendo profesores de izquierda, nos enseñaron a quebrantar la ética de la comunicación, basada en los principios de la verdad, objetividad e imparcialidad. La pureza de la información sin ningún sesgo sea del que fuere, político sobre todo era algo inquebrantable, lo contrario era inaceptable.

Pues bien, acá en España la ética periodística está basada, entre otros conceptos y argumentos éticos en el rechazo a la derecha, sí, rechazan todo lo que sea de derechas, porque la derecha no les otorgó la libertad de expresión, se las cercenó, porque sufrieron una dictadura de derechas que los marcó para siempre como un hierro incandescente y doloroso en su espíritu como nación. Es muy difícil conseguir a un español de a pie inclusive, que opine a favor de algo de la derecha; por eso nosotros, los comunicadores venezolanos nos vemos en tres y dos con ésto y lo más curioso, es que están en su derecho; sí, están en su pleno derecho de ejercer su oficio como ellos lo conciben, no somos quienes para venir a contradecirles, y mucho menos a corregirles, al final del día, cuando en Venezuela acabe el caos, ellos aprenderán también que las dictaduras y los regímenes de derecha o de izquierda o de la naturaleza que fueren, nunca son buenos y que la imparcialidad de un comunicador le dá un carácter ético a su función de decir la verdad, pura y dura.

Nuestro deber como venezolanos ante todo es que se sepa la verdad, sigamos luchando para que sea así y no paremos. Centremos nuestra energía como comunicadores, ya que hoy lo somos todos con el uso de las redes sociales, a seguir diciendo la verdad, de manera objetiva y a no contradecir a los comunicadores españoles, es un desgaste innecesario. Sigamos diciendo la verdad del socialismo, sus trampas y desmanes, continuemos siendo fieles a nuestros principios libertarios, pero respetando a nuestra nueva casa que es ajena, a los que nacieron aquí y a los que viven en ella. Sigamos siendo pregoneros de la libertad y de la ley, aquí en España y dondequiera que nos hayan recibido.

Corina Gatti