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Muchos hemos sido testigos de los grandes problemas causados por el virus chino alrededor del mundo. Hoy las economías más fuertes del mundo son atacadas y disminuidas por la paralización de la sociedad y la producción en defensa contra la pandemia. Países desarrollados como Estados Unidos, Italia y España no solo son azotados por la lamentable cantidad de muertes y contagios, sino también se encuentran ante el gran desafío de proteger sus economías ante un virus aún sin vacuna.

En América Latina el virus empieza a hacer estragos, siendo Ecuador hasta el momento el país más afectado; pero los focos están puestos sobre Venezuela. Bien conocida es la situación de crisis que tiene nuestro país desde hace varios años, víctima del chavismo criminal. La migración de millones por falta de libertad, comida y medicinas ha dejado en evidencia ante el mundo la realidad política, económica y social de nuestra patria. Hoy varias personas felicitan al régimen por «haber tomado las medidas a tiempo» para enfrentar el Covid-19, muchos aplauden la orden de encerrarnos en nuestras casas por parecer la medida lógica y muy pocos en realidad han analizado las consecuencias o efectos secundarios que eso está produciendo.

El venezolano hoy enfrenta dos tragedias en paralelo; por una parte, el tema bien conocido del Covid-19 y la segunda igual o peor de letal es la tragedia económica agudizada por la falta de gasolina, el alza en los precios de comida y medicina y la imposibilidad de producir dinero suficiente de manera honrada. Todo esto, producto de la paralización que representa la cuarentena, que llega como la guinda de la torta del pírrrico sueldo que perciben los trabajadores. Hoy, la quincena de un empleado público alcanza solo para comprar tres o cuatro productos de la cesta básica, hoy quien dependa únicamente de su salario no tiene la capacidad de abastecer su casa con comida para al menos tres días.

Ante todo esto, ¿cómo cumple la cuarentena el venezolano? ¿Nos contagiamos en la calle o morimos de hambre en la casa? Más que nunca se hace necesaria la empatía, pero también las acciones. Más que nunca es momento de actuar y no sentarnos a esperar que el virus y el hambre terminen de hacer estragos. Es necesario como nunca pedir ayuda y solicitar de manera formal la intervención humanitaria internacional. El venezolano no puede esperar más y el tiempo es propicio para arrancar de raíz a los causantes de la mayor tragedia que viven los venezolanos, que es el hambre. Solo así, en libertad, podremos protegernos de la pandemia.