Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

¿Cuál es la moral que hoy se nos muestra? ¿Cuáles son las premisas que hoy mueven esta gran máquina llamada  pueblo? Buscamos sin saber qué perdimos. Se dice por ahí que somos un pueblo que busca la libertad, una palabra que se ha convertido una tendencia en lenguas que solo puede rozar su superficialidad.

Por lo anterior conviene tener en cuenta estas dos palabras: libertad y moralidad. La primera nunca la perdimos, ya que nunca la cultivamos; la segunda demuestra a qué principios nos subordinamos y, por ende, en lo que se ha convertido nuestra concepción de la libertad. Si la moralidad es la que subordina las libertades es conveniente empezar por aquí y arrojar un poco de luz.

La moralidad parte de los valores; estos últimos son los preceptos condicionantes por los cuales se rigen nuestras acciones individuales que se terminan incorporando en el espacio público conformado por la sociedad. Hablar de valores es sinónimo de vida. Es porque tenemos una vida lo que nos lleva a tomar las decisiones adecuadas para mantenerla y conservarla; marcando el camino que nos lleve a la propia felicidad, que sin duda será satisfacer nuestros valores más primordiales.

Es precisamente porque tenemos valores que trazamos los límites con aquello que nos pueda perjudicar, dañar e incluso destruir; es a través de ellos que podemos considerar que algo puede estar a nuestro favor o en contra. Son los valores el combustible principal que nos motiva a accionar cuando éstos pueden ser violados.

En este contexto se puede decir  que las  pautas morales que rigen nuestro País varían según las necesidades subjetivas del momento, en la cuales los valores dejaron de ser el faro que indica el curso de nuestro accionar; en este caso tenemos la soga al cuello sintiendo como esta aprieta, sin cuestionar el nudo, y aunque podemos ver con obviedad al verdugo, no podemos ver su cara, he aquí contemplando el horizonte esperando ser rescatados. Pero rescatado, ¿por quién? Nuestros valores fueron inmolados y retorcidos en capricho. ¿De quién? ¿Del propio? ¿De la sociedad? ¿Del usurpador? ¿De la oposición? ¿De quién?

Según lo anterior, cabe preguntarnos si con veintiún años del llamado socialismo del siglo XXI conocimos el valor que implica la palabra libertad. De saberlo, hubiésemos visto las cadenas antes de que estas estuvieran muy apretadas. ¿Fuimos libres? ¿Libres de qué? Si aún arrastramos las cadenas en un espacio moral corrompido que se disfraza de una normalidad completamente absurda y seguimos jugando a lo mismo, intentado mantenerla, intentando seguir al costo que sea necesario, intentando conservar a toda costa la normalidad en la irracionalidad absurda de nuestra condición. ¿En qué momento el engaño de la dirigencia política se volvió normal?  ¿Cuándo la miseria se volvió común en nuestro ambiente? ¿Cuándo nuestros muertos dejaron de doler? Y me pregunto: ¿En qué momento se volvió normal ser unos desplazados?

Esta es la normalidad que impera en la espera de un salvador que no llega, en el hambre que no se puede saciar, en una voz que silencia una bala y en la diplomacia que nos envuelve en su verborrea. En este punto no somos distintos a Sísifo, víctimas de nuestro propio castigo, sosteniendo a toda costa la normalidad en un país que debe ser transformado.

Hasta aquí, ¿en qué se ha convertido nuestra concepción de libertad? Diría que en un capricho retorcido de nuestra moralidad. Cuando las premisas que la mantienen están envueltas en la injusticia, miedo, desconfianza, deslealtad, abuso de poder, ira, corrupción e indolencia, entramos en un espacio en que la libertad para actuar se expresa en un solo grito “todo se vale”, cayendo en la autodestrucción desmedida de la propia vida y la sociedad. Mientras sigamos luchando por líbranos “de” en vez de preguntarnos libertad para qué,  no crearemos las bases institucionales que soporten las premisas morales necesarias para posibilitar las condiciones de libertad de cada individuo a auto sustentar su propia vida,  sin sacrificarla,  ni sacrificar la vida de los demás para el logro de sus objetivos.

La libertad no es algo que se nos entrega o se nos quita. Esta nos pertenece por el derecho legítimo de tener una vida, y solo responde a nuestros valores individuales que permitan vivir de forma consensuada sin violar las libertades de los demás. Y es porque deseamos tener una vida digna la que nos lleva por convicción moral a defender nuestro derecho legítimo cuando esta quiera ser subordinada a los caprichos colectivos, políticos e individuales.


Afiliado de Vente Chile

Instagram @Noeljgomez
Facebook Noel Gómez