Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

Los regímenes tienen varias maneras de cubrir sus déficits fiscales, esto es, cuando sus gastos superan a sus ingresos: acuden al endeudamiento interno, a través de las operaciones de mercado abierto (emisión de papeles del estado); aumentan los impuestos ordinarios, piden prestado a la banca internacional, estatizan empresas altamente productivas, como ocurrió con la nacionalización de la industria petrolera venezolana, exprimiéndolas hasta llevarlas a la ruina y, por último, el más nefasto y regresivo: el impuesto inflacionario. Éste consiste en sacar del bolsillo de cada ciudadano, no importa que tan pobre éste sea, lo que no pudo obtener por los medios antes descritos. El procedimiento consiste en emitir dinero inorgánico o inflacionario (no respaldado por su correspondiente producción de bienes y servicios), lo cual presiona los precios al alza. Hasta hace muy poco, la única manera que existía para emitir dinero, era imprimiéndolo; pero las nuevas tecnologías simplifican el procedimiento y hoy solo se necesita acreditar a una cuenta electrónica su monto, y ya ese dinero está en la calle presionando los precios de los productos y de los dólares que están disponibles para la venta.

   Pero el impuesto inflacionario cumple con otro propósito más perverso: la confiscación de la propiedad de toda una nación, sin pasar por los procesos complicados de la expropiación. Cuando Fidel Castro quiso confiscar la propiedad en Cuba tuvo que acudir al recurso del terror de los paredones de fusilamiento, luego de los cuales, la gente entregaba su propiedad sin ninguna resistencia. En Venezuela, el chavismo también inició un plan de expropiación, con el grito de “exprópiese” de Hugo Chávez. Sin embargo, por este procedimiento no lograron igualar el proceso llevado a cabo en Cuba.  Pero como los comunistas no cejan en sus propósitos estratégicos, Maduro encontró una forma más sutil y sofisticada de confiscación, mediante el impuesto inflacionario, que cumple doble cometido: cubre los gastos del gobierno y confisca la propiedad de los ciudadanos.  Desde el inicio del gobierno chavista, se han emitido colosales cantidades de dinero, para cubrir los gastos y dadivas a sus seguidores. Dado que este dinero no tiene respaldo de ningún tipo, debe ser pagado por todos y cada uno de los venezolanos, cuando acuden a un mercado y encuentran que los precios han aumentado. En este caso, no hay alternativa, nada es gratis en economía. Alguien tiene que pagar la cuenta.

Durante la cuarentena por el coronavirus, el régimen usurpador inició la emisión de unos 13 billones de Bs.f, ampliándose a 33 billones en los días que corren, cuyo fin es la entrega de compensaciones a través del carnet de la patria, pagos de nóminas a empresas del sector privado que se acogieron al llamado del Estado criminal ante la pandemia, pago de los programas quédate en casa, y, por último, los ajustes del salario mínimo recién anunciados. Estas emisiones de dinero han llevado el precio del dólar de 68.733 a Bs.f a casi 200.000 Bs.f, un incremento del 192%, desde el inicio de la cuarentena, esperándose incrementos aún mayores en los próximos días.  Este incremento del precio del dólar se debe a que la nueva emisión de dinero presiona por la adquisición de los pocos dólares que se ofrecen en el mercado, disparando su precio y el de todos los demás productos. La fijación de precios de productos se hace por el marcador del dólar, ya   que el sistema de fijación natural de precios fue destruido con los controles de precios que se han aplicado durante años. De esta manera el gobierno genera un impuesto inflacionario que paga la nueva emisión de dinero, pero a su vez, cumple con el doble propósito de confiscación de la propiedad privada a través del referido impuesto.   Esta confiscación no se presenta esta vez como una expropiación ortodoxa donde el Estado se queda con tu propiedad, lo hace mediante un empobrecimiento general que se manifiesta en la dificultad de suplir hasta los más mínimos requerimientos de subsistencia, pasando por la pérdida de valor de los bienes de la gente, ante la imposibilidad de hacerle mejoras o reparaciones. Toda la masa monetaria que ha generado el régimen para cubrir sus gastos durante años, al final de cuentas lo hemos tenido que sufragar todos los venezolanos mediante este diabólico impuesto.

José Alí Márquez

Coord. Estadal de Formación de Cuadros en Vente Tachira