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En estos últimos días he tenido algunos recuerdos sobre el 2017. En ese año muchos venezolanos se jugaron todo. Nada volvió a ser igual, la mayoría de mis amigos y miles de hermanos se fueron; se marcharon desilusionados y traicionados por la cúpula política de una fulana «oposición».

El 2017 marcó la vida a millones de personas para siempre. Ese año cayeron muchas máscaras, creo yo, las necesarias como para que nunca más en Venezuela seamos traicionados o engañados por quienes supuestamente desean servir a la sociedad como políticos. Fue necesario tocar el suelo, arriesgar nuestras vidas y dejar nuestros sueños atrás (solo por un momento) para verdaderamente saber quiénes estaban dispuestos a todo, ya hoy sabemos quiénes fueron los traidores.

No todo puede ser negativo, ese mismo año (2017) donde muchas personas se fueron, también se convirtió en el año de la resiliencia para el venezolano. Comenzó a finales de ese mismo año un fuerte desplazamiento de muchas familias, pero especialmente jóvenes que al sentir que todo estaba perdido, dieron el paso para salir. Tanto el trabajo como la distancia, y la ausencia del calor del hogar, lograron construir una coraza fuerte, una herramienta fundamental para saber vivir y crecer en lo desconocido.

La generación de la que hemos venido hablando son los que aportarán riqueza, pero también serán capaces de nutrir al país con su enorme experiencia de vida, esto sin dejar de mencionar a quiénes se quedaron luchando aquí. El año de la resiliencia fue el despertar para muchos, porque en ese momento nació otra Venezuela; ese año nació el país que dejó atrás el engaño, el que se desprende de las prácticas destructoras y malignas, porque cayeron las máscaras y se mostraron las caras de la mentira, las caras del socialismo.

Mi país está listo para lo mejor; estamos listos para crecer y caminar por el camino de la libertad.

@DavidATorresB

Dirigente juvenil de Vente Venezuela