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El Estado Criminal es una versión del Estado Fallido. La peor de todas. Recordemos aquello del Estado que no satisface las demandas, intereses, exigencias y necesidades de la población en forma alguna, obligándola a los grandes desplazamientos por los países vecinos, en busca de refugio.  Al  poder constituido le importa un bledo que su gente muera de hambre y no acceda a los más elementales servicios de salud, alimentación, transporte, etc. Este es exactamente el fenómeno del Estado Fallido en Venezuela: el esfuerzo deliberado por quebrarlo, respondiendo a oscuros y distantes intereses geopolíticos y geoestratégicos.

El Estado Nacional, sobre todo gracias a la renta petrolera, respondió crecientemente a las demandas de una sociedad que se hizo predominantemente urbana a mediados de los años ’50 del siglo anterior. Poco a poco, hubo una transformación extraordinaria del país, grandes movilidades sociales, salubridad, educación, institucionalidad y también libertad y democracia. Por muy mal que estuviésemos, hubo país con el precio del barril bajo y muy bajo hasta que llegaron las grandes bonanzas petroleras.  La burocracia estatal funcionaba con regularidad, había electricidad, agua, los muchachitos eran vacunados oportunamente y, además, incorporados al registro civil  (este es un dato nada trivial, por cierto). No fue por casualidad que Pdvsa haya sido una de las transnacionales y competitivas del mundo entero. Entonces, ¿qué pasó?

Llegó la barbarie roja y arrasó con todo lo que podía. Nadie se hubiera imaginado que el país fundador de la Opep, quebraría en el siglo XXI, produciendo mucho menos de un millón de barriles diarios cuando los planificadores de la vieja Pdvsa previeron una producción de seis millones diarios. Chávez literalmente gozó de un barril petrolero sobre cien dólares, pero despilfarró absolutamente todo, rematando la faena Maduro.  Antes de la pandemia, antes de  las sanciones internacionales, antes del bajón de los precios petroleros, Venezuela quedó en el piso. Para más señas, súper endeudada y todavía no se sabe hasta dónde llega la hipoteca,  la  pérdida de soberanía, porque la opinión pública no ha conocido ni conoce los términos del acuerdo sellado con Rusia y con China, a los que le debemos hasta el modo de andar. Entonces, hubo el propósito deliberado y culpable de convertirnos en algo más que un Estado Fallido, concebido por los especialistas como incapaz de atender a la población y sus exigencias.  La única forma de enriquecerse extravagantemente, era propiciar la propia quiebra de país y del Estado. Y lo lograron, pero como querían más y más,  los rojos-rojitos se ligaron a toda suerte de negocios turbios y enlazaron con las grandes mafias internacionales y terroristas de toda ralea.  Sólo cuidaron de armarse hasta los dientes. Sin embargo, en esta otra modalidad del Estado Fallido (no otro que el Estado Criminal), además de la novedad de propiciarlo conscientemente, está la otra: enriquecidos los comunistas hasta por diez generaciones, pensaban que ellos podía guarecerse en cualquier lugar del mundo y nadie los perseguiría. Quizá se imaginaban muertos de la risa en el más exquisito restaurante de París, con uno de esos pent-house en Nueva York o Miami que permiten tener el carro en la sala de la casa, casando a los hijos con algún noble arruinado, bañándose en Honululú, porque ninguno pensó jamás en el tedio del malecón de La Habana como refugio  Sólo en Marte o en Júpiter podrán disfrutar de las mal habidas riquezas. Las sanciones internacionales están vivitas y coleando, pase lo que pase, con o sin pandemia. Una novedad en el tratamiento del Estado Fallido en su peor versión para los opinadores  y académicos de oficio.

Juan Pablo García (@JuanPabloGve)

Diputado de la fracción 16J