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Si hacemos un pequeño viaje buscando gobiernos que se identifiquen con alguna de las ramas del liberalismo, observaremos que no es de las ideologías más populares del planeta, y si bien tiene el mérito de haber contribuido enormemente a lo que conocemos como “liberal-democracia”, el liberalismo hoy en día está lejos de ser la corriente dominante en la política.

No es fácil difundir sus ideas y principios, tal vez por las diferentes connotaciones que tiene el término en distintas partes del mundo o por la dificultad de transmitir sus conceptos a las masas, en Venezuela a ello se le debe sumar lo ajeno de nuestra cultura política a las ideas de Locke, Stuart Mill o de Hayek, con figuras como Carlos Rangel siendo de los pocos defensores de la ideología en nuestra historia.

Esto es más que evidente cuando hacemos un repaso de los actores políticos presentes en el país. Obviando al régimen, por su carácter autoritario y criminal, podemos ver que en la oposición venezolana la mayoría de los partidos políticos se identifican principalmente con la socialdemocracia o con formas alternativas de socialismo que claman ser diferentes a aquel aplicado por el chavismo. Entre todos, solo Vente Venezuela resalta como aquel dispuesto a defender las libertades económicas y sociales como ruta hacia el desarrollo, dándole la ventaja de competir contra numerosos grupos con caras diferentes, pero que tienen esencialmente las mismas ideas, mientras Vente tiene la oportunidad de generar propuestas desde una perspectiva única a nivel nacional.

Esta oportunidad, así como tiene sus ventajas, también conlleva unos retos particulares. Ser el único partido defensor del liberalismo en el país significa reconocer que cualquier error de parte de Vente puede afectar negativamente en la percepción de la población sobre la ideología en su totalidad, por ende, al actuar, debemos ser responsables, no solo por el bien del partido, sino por el bien de toda una corriente de ideas que está dando sus primeros pasos en Venezuela. Algunos de estos retos son iguales para cualquier fuerza política prudente: tener capacidad de autocrítica, saber rectificar cuando se debe, alejarse de cualquier forma de populismo o de demagogia (vicios a los que ninguna doctrina es inmune per se); otros retos son más específicos para nuestro caso.

Un error común de los liberales en el mundo es no saber distinguirse del resto, ser el punto medio entre la socialdemocracia y el conservadurismo muchas veces ha provocado que por conveniencia busquen asociarse con unos u otros por mero interés, cosa que si bien puede darles ventajas en el corto plazo, en más de una ocasión provoca que se les perciba como todo, menos que como liberales. Hay que saber crear relaciones con otros grupos políticos sin llegar a que se nos asocie con ellos, alejarse de personajes o de ideas conservadoras/socialdemócratas es vital si queremos diferenciarnos del resto, pero sobre todo para ser coherentes con nosotros mismos, considerando que para ser liberales, hay que serlo tanto en lo económico como en lo social, si solo se tiene uno de estos elementos se pueden ser muchas cosas, pero nunca representantes del liberalismo, ni de ninguna de sus ramas.

En algunos países, los liberales llegan a ser tan pragmáticos en sus decisiones, que terminan alejándose de su identidad; en otros su dogmatismo excesivo no les permite interactuar con el resto de las organizaciones políticas, por lo que quedan rezagados, sin la capacidad de ejercer ningún tipo de influencia significativa. Es necesario defender nuestros principios usando la argumentación para generar debate, pero si se quiere hacer política real y ganar la batalla de las ideas, no basta con repetir dogmas de libro y frases trilladas, también se tiene que saber convencer, llegar a compromisos y a comunicarse con tus rivales políticos, puesto que si caemos en algún estado de soberbia o en menospreciar a quien piensa diferente, la difusión del liberalismo es tarea imposible.

Vente posiblemente sea la mejor oportunidad para que las ideas de la libertad y soberanía del individuo echen raíces en Venezuela, asumamos este reto sin temor, trabajando para reconstruir nuestro país y dejar una huella positiva, como hizo Rangel en su momento, demostrándole que con su legado ni él ni Locke, Stuart Mill o Hayek han arado en el mar, ni han sembrado en el viento.