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El mundo entero se encuentra conmocionado por el asesinato de George Floyd. Indiscutiblemente, el exceso policial, el abuso de poder y la severidad de las acciones del policía que lo asesinó, así como la omisión de los compañeros que veían el acto sin actuación alguna, son razones suficientes para despertar la rabia del ciudadano. En lo particular, creo que ese es el crimen que hay que señalar, repudiar y denunciar, así como también hay que repudiar cualquier hecho violento, cualquier asesinato, sin importar el color de piel de la víctima.

Sin embargo, esta situación fue propicia para que algunos sectores de la sociedad aprovecharan de chantajear, manipular y hasta hacer que personas blancas ofrecieran disculpas, casi que por su propia existencia. Se aprovechan de un debate que día a día sufren muchas personas y que, generalmente, callan: el racismo. Entendiendo al racismo desde su concepto: discriminación por el color de piel. Ni blanco, ni negro, ni café con leche. No hay privilegios, ni distinciones a la hora de hablar de racismo real.

Cuando catalogamos a alguien de “malandro” solo por su color de piel, estamos siendo racistas; pero también lo somos cuando consideramos que por nuestro color de piel formamos parte de un grupo privilegiado. Es racista pensar que por ser blanco, se vive en un lugar acomodado o se tienen condiciones de vida óptimas. Esos son conceptos que nos han inculcado a través del tiempo y que distan de la realidad.

La lucha real debe estar enfocada en exaltar el valor del individuo, del ciudadano, de la persona, del ser humano, sin importar en lo absoluto el color de piel. Debe estar enmarcada en rescatar y exaltar la dignidad humana como valor fundamental. Resulta hipócrita levantar la voz contra el asesinato de Floyd y hacer a un lado la mirada cuando también ocurren asesinatos a personas blancas. Levantar la voz por este caso y no por otros tantos asesinatos que a diario ocurren, de negros, blancos, mujeres, hombres, niños. La lucha del ciudadano debe ser por la vida, por la libertad y por la propiedad de todos. El respeto y la justicia para cada quien, no para un sector u otro, sino, para todo ciudadano. La lucha debe ser para que exista igualdad ante la ley, sin importar condición alguna.

El mundo merece justicia; los ciudadanos merecemos equidad y respeto; pero sin duda alguna, esto solo lo alcanzaremos si comprendemos en su justa dimensión el problema y ofrecemos una alternativa real a esto.

Lo que hoy ocurre en Estados Unidos es una situación muy grave, con connotaciones sistémicas e históricas; violaciones a los Derechos Humanos y todo aquel que incurra en ello, debe enfrentarse a la ley. La lucha contra el racismo viene de tiempos de la esclavitud, sin embargo, hoy hay grupos que se aprovechan de ésta. Sectores que, lejos de buscar una solución, viven del racismo y el odio y la división entre hermanos, que encuentran en el dolor de los que sí padecen esta realidad, la posibilidad de posicionar un mensaje partidista en medio del caos que ellos mismos generan.

Una opción que realmente respete las libertades individuales, jamás usaría el dolor de nadie para destruir la propiedad de otros, para generar caos, ni mucho menos impulsar una campaña electoral.

Por eso, en efecto el racismo existe, es un problema real y hay que afrontarlo, pero no para generar más odio y división, no para destruir la propiedad privada o pública, sino, debe ser afrontado para lograr hacer comprender que cada ciudadano, sin importar su color de piel debe ser respetado, valorado y tratado como ciudadano, sin discriminaciones, pero también, sin privilegios.

El mundo libre es de hombres libres, sin etiquetas ni conceptos segregacionistas.

@Javier_chirinos, coordinador de Vente Caracas.