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(Caracas. 09/07/2020) Los venezolanos, mayoritariamente, somos honestos, buena gente, trabajadores y sobre todo, transparentes. Esto, a pesar de la clase política que ha regido nuestro país; esa clase política que ha hecho de la falta de transparencia una característica habitual y reconocida en sus voceros.

Infortunadamente no es solo gracias a la revolución, lo es también gracias a los vicios del pasado que fueron profundizados y sistematizados por Chávez y cada uno de sus hijos políticos en la dirigencia política.

¿Cómo es posible que el ciudadano venezolano siendo honesto y transparente, tolere este tipo de actos por parte de los líderes políticos, gobernantes, entre otros? Es sencillo: Porque nos lo han inculcado desde pequeños. Para nosotros es algo usual y lo relacionamos con la “viveza criolla”, esa que fue profundizada por las fábulas entrañables de Tío Tigre y Tío Conejo, en donde, el conejo por ser más perspicaz, terminaba siendo el ganador de cada justa.

A la viveza criolla le atribuimos, desde las cosas más pequeñas como pasarse un cruce con luz en rojo, adelantarse en la cola, hasta actos poco transparentes y de dudosa procedencia. Recordemos aquel momento de la campaña presidencial en donde uno de los altos voceros fue acusado de recibir montos de dinero de forma ilícita, y luego, a pesar de la separación de sus responsabilidades en ese momento, éste siguió trabajando de manera “bajo cuerda”. Incluso, recordemos que quien era el candidato en ese momento, tiene una acusación realizada por The Wall Street Journal, relacionada por los tantos casos que salieron luz pública de Odebretch.

Y es que, muchas veces algunos deben gritar “con mi corrupto no te metas”, porque al final las solidaridades automáticas saltan a relucir como primera acción, mucho antes de comprobar si en efecto lo que se dice es real o no.

¿Cuál es el rol del ciudadano honesto en medio de toda esta perversión? Señalar, cuestionar, exigir cuentas, exigir explicaciones, pero más aún: reclamar transparencia.

No por estar sumidos en un régimen en el cual la corrupción es parte de su día a día, nosotros debemos claudicar y hacer vista a otros lugares cuando existan hechos de dudosa procedencia en nuestras trincheras, por el contrario, nuestra principal acción debe ser señalar y execrar a cada uno que esté marcado en actos poco transparentes. Y no, no se trata de ser moralmente superiores, ni mucho menos de tener un “medidor de ética”. Se supone que si queremos salir de la devastación del chavismo, algo que debe ser requisito sine qua non, sin duda, es la honestidad y la transparencia en cada una de nuestras acciones. De lo contrario, sólo cambiaremos el color de la camisa y no el fondo de lo que padecemos.

No permitamos que los corruptos sigan haciéndose millonarios a través de nuestros sueños y esperanzas. Despertemos y señalémosles y hagámosles ver que ellos no merecen siquiera llamarse dirigentes políticos.

No cedamos ante la “viveza criolla” y, de una vez por todas, construyamos esa sociedad que aspiramos.

Llegó la hora de tomar distancia social no solo del coronavirus, sino, también de la corrupción.

Javier Chirinos