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Una vez que se acepta que los derechos a la vida, la libertad y la propiedad son intereses legítimos de los individuos sobre los cuales se desarrolla un sano orden social, y que a su vez, este orden social tiene como prerrequisito la razón y no la pasión, siendo la naturaleza humana entre otras cosas volitiva y requiere que la inteligencia dirija a la voluntad, se acepta también el hecho implícito de que la libertad es la solución a los males sociales y no la coacción estatal, que rompe con la armonía tratando de imponer por la fuerza y de manera artificial la igualdad, distorsionando hábil y convenientemente la máxima republicana “igualdad de todos ante la ley”, sustituyéndola por “igualdad de todos mediante la ley”, degenerando esta última en las distorsiones y calamidades más espantosas que puede padecer grupo social alguno, derramando en el mundo un abismo de males que algunas mentes superficiales, llenas de vacío o suprema deshonestidad intelectual, atribuyen a la libertad y a la propiedad ante los males sociales, confundiendo gravemente causas y consecuencias, como si un médico denunciase a la fiebre, atacara a los antibióticos como la causa y propusiese como solución, agregar más infección.

La corrupción, el tráfico de influencias, el amiguismo, el partidismo, el nepotismo, la autoasignación de millonarios contratos públicos e incluso los llamados “bachaqueros” no son causados por la libertad sino precisamente por la ausencia de libertad, producto del excesivo poder de los funcionarios estatales y el poco o nulo poder de los individuos en la conducción de sus propias vidas. Si un gobernante incurre impunemente en la corrupción no es gracias a la libertad, sino gracias a la ausencia de ella en los individuos que se ven abrumados y de manos atadas para hacer valer sus derechos. El soborno por ejemplo, flagelo de casi todas las instituciones públicas venezolanas, es la consecuencia del poder concentrado en los funcionarios ante los cuales los ciudadanos ven violada su libertad, al punto de que deben pagar “comisiones” para obtener aquello que es un derecho en un sistema normal.

La vida, la libertad y la propiedad no son remanentes metafísicos del derecho divino.  Los derechos individuales de la ética de la libertad son los que se corresponden con la naturaleza de los individuos, permitiendo su desarrollo y progreso humano. La libertad y la propiedad son equivalentes  en contraposición a los modelos que tratan de implantar (algunas veces con éxito, lamentablemente) la coacción sistemática contra la acción humana emprendedora, donde “El Estado” institucionaliza la violencia y la opresión por medio de la fuerza física o mediante leyes ilegítimas prohibiendo acciones, relaciones pacíficas, voluntarias y beneficiosas para los individuos, imponiendo acciones y relaciones no deseadas, agresivas y perjudiciales a la sociedad en cuyo nombre ha sacrificado al individuo.

En la sociedad libre cada individuo decide y elige por sí mismo; en la sociedad colectivista, los gobernantes (autonombrados representantes de “la sabiduría popular”) deciden por cada uno, incluso en los aspectos más íntimos y privados de la esfera del individuo, bien sea cuanto pan puedes comprar o vender, que ideas debes aceptar y cuales debes rechazar sin que en ningún caso medie la propia razón y reflexión individual. El propio Thomas Jefferson, dijo claramente las palabras de la Declaración de la Independencia en EUA algo que no es nada nuevo, simplemente son la cristalización, brillantemente escrita de los valores que han servido de cimiento para el desarrollo de la civilización occidental:

“Afirmamos que son evidentes estas verdades: que todos los hombres han sido creados iguales y todos han sido dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad y, para garantizar estos derechos, han establecido los hombres gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados y, cuando alguna forma de gobierno del tipo que fuere, destruye estos fines, el pueblo tiene derecho a cambiarlo, a abolirlo”

José Daniel Montenegro Vidal
Coordinador estadal de formación de cuadros de @VenteBarinas