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La imposición de esa idea inaplicable del «pensamiento único» arremete de nuevo desde el poder en Venezuela, con mucha fiereza. Constatamos la intención y su ejecución a diario durante todos estos años de búsqueda de sometimiento a la fuerza de la población.

No le prestan atención a los informes de la Organización de Naciones Unidas, ni a las votaciones adversas que allí se les produce con aumento continuo de detractores internacionales al régimen tiránico y criminal de Nicolás Maduro. Hacen caso omiso a la persecución norteamericana por diversos delitos a figuras resaltantes de los rojos aferrados al poder. Pero imponen, contra todo derecho humano establecido universalmente, sus criterios al margen de leyes y acuerdos, encontrando resistencia aguda dentro y fuera del país.

La pretensión de reprimir cuanta manifestación se produzca, con esquemas manidos hace años, de gases, heridos, prisión, torturas, tratos crueles y degradantes, se articula con la persecución permanente de la ciudadanía alzada en procura de sus derechos y libertades. El impedimento del derecho a la manifestación es otra violación flagrante y permanente, es otro delito contra la humanidad. Buscar acallar las voces de protesta es, además pretender imponer el silencio y la censura.

Esta última, la censura, opera también desde hace años en Venezuela, con la expropiación de canales televisivos, con el cierre de radioemisoras, o sus compras simuladas con testaferros para silenciar disidencias. Con la negación del papel periódico que evitó la circulación diaria de noticias, información y opinión por todo el territorio. Y, la nueva modalidad: el bloqueo de medios en portales. Violación también flagrante, sistemática y generalizada de derechos humanos: a la difusión del pensamiento, a la información, a la expresión.

La ONU debería abrir otra Misión, igual de efectiva para investigar esos otros múltiples delitos contra la humanidad que de manera sistemática y generalizada se producen a diario en Venezuela. Así tendrían más claro el panorama y se lo comunicarían al mundo para que de una vez por todas éste proceda a condenar sus fechorías ya impagables.