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Francisco es un personaje bastante controversial porque, a diferencia de sus predecesores, se ha tomado la necesidad de meterse en gran medida en asuntos de políticas públicas y de economía. Las declaraciones que ha dado públicamente —al igual que sus acciones— lo han colocado en el ojo del huracán muchas veces. Por ejemplo, hace un tiempo expuso su famosa frase de: «Son los comunistas los que piensan como los cristianos».

Se suma a esto, esa infame declaración en la que señaló que los izquierdistas les robaron “la bandera” a los cristianos: «Los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio»; así dijo a The Economist en una entrevista que lo llevó directo al repudio de varios sectores de la sociedad. Y se suma a toda esta controversia, el desconocimiento de su autoridad por parte de varios católicos, debido a que Francisco deja mucho que desear, por sus distintas declaraciones, en las que ha dejado visible una sombra roja que con justa razón merece un creciente rechazo.

Es abundante en sus infames señalamientos. El Papa arremetió nuevamente contra el capitalismo en su encíclica Fratelli Tutti, con frases como: «El mercado por sí solo no puede resolver todos los problemas, por mucho que se nos pida que creamos en este dogma de la fe neoliberal», además de: «La tradición cristiana nunca ha reconocido el derecho a la propiedad privada como absoluto o inviolable. Más bien, ha enfatizado el propósito social de todas las formas de propiedad privada».

A veces hay que ser más responsable al decir las cosas, no importa la posición de poder en la que te encuentres: la humildad sí que es una auténtica virtud cristiana que nada tiene que ver con la apología a la miseria. Humildad que genera un hambre voraz de conocimiento y una abundante nobleza para reconocer las propias limitaciones… Que Francisco hable de economía y de política, es como si un astronauta hablara de teología.

Yo no soy precisamente un conocedor del tema, pero como amante de la libertad y de la apertura de criterios, encuentro que hay algo donde particularmente estoy acuerdo a la tradición cristiana; y es que la Biblia sustenta el absolutismo de la propiedad sobre lo privado. ¡Sí, un amor profundo por la institución que permite a los hombres el desarrollo personal! Un desarrollo que redunda obviamente en una sociedad mejor.

La parábola de los obreros en el viñedo es un buen ejemplo: «Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?»… Es la frase famosa del propietario del viñedo acogida en Mateo 20:1-16. Esto deja marcado que la administración de la propiedad privada a voluntad del titular, es ética. Sin embargo, Francisco ignora esto.

Respeto profundamente la libertad de las creencias, pero también la búsqueda de la verdad. Deja mucho que decir que el Papa haga ojos ciegos a la dictadura chavista, donde la amoralidad es el pan de cada día y el “no matarás” no existe para los tiranos. Sé muy bien que no se puede juzgar toda una institución por un ejemplo malo, pero los malos ejemplos irremediablemente terminan corroyendo a los buenos… Si la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto; esa luz se ve opacada por la sombra roja de Francisco.

Mi mensaje para los buenos católicos es el de defender la verdad, recuperar el carácter crítico y no dejarse dominar por los báculos de hierro. Un amigo de dictaduras no hace nada bueno para que reine la paz en el mundo, pues si hay algo sobre lo que vale luchar es la libertad: la libertad tuya de llegar al Reino de los Cielos y la de todos nosotros para volver a soñar.

Daniel Octavio León.

@danielleonyaa