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2020BarinasOpinión

La esperanza permanente – Por Asdrubal Romero Silva

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Cuando asistimos a eventos del tipo «desarrollo humano» -generalmente- nos encontramos con la proyección de enfoques orientados a aspectos como «motivación al cambio» y «motivación al logro», entre otros, acompañados de las trajinadas expresiones: «sí se puede», «tú sí puedes», «yo lo creo», «soy un ganador» y cosas así.

Los ponentes resultan unos maestros del escenario; el auditorio brilla y vibra en luces y sonido, los asistentes ríen, lloran, admiten fallas, se autoprometen desarrollar fortalezas, cambiar enfoques y en fin, se autoproyectan grandes realizaciones.

Luego al salir de alli, al regresar a la realidad, con frecuencia, son pocos quienes cumplen lo propuesto. La mayoría continúa navegando en confusiones y frustraciones, hasta el punto -y según cada caso- considerarse fracasados.

Se conoce de situaciones en las hay personas que hacen de dichos eventos una bomba de oxígeno. Están pendientes dónde y cuándo será el próximo. Lamentan no poder asistir. El cuadro es patético cuando se encuentran con alguien que sí asistió y le relata lo «maravilloso» que estuvo. El lamento y la frustración es mayor. De aquí que -quienes se dedican al mercado de productos de consumo masivo- han hecho de esto un gran negocio; bien se trate de corporaciones en el campo de bienes y servicios, espectáculos y entretenimientos.

En este orden, también existe una especie de -actores del escenario político- quienes, conociendo bien de la naturaleza humana, hacen del ejercicio de lo político todo un show, efectúan un negocio enmascarado con el que proyectan pretender cubrir fundamentales necesidades humanas como: alimentación, habitación, emprendimiento, trabajo, salud, educación, entre muchos. Al final, como en cualquier evento de motivación, el ciudadano que siguió a tales manipuladores igual termina frustrado. (Si lo dicho se le parece a ciertas situaciones de un país llamado -Venezuela- «no es mera coincidencia»).

Visto lo anterior, hay que tener presente que el curso de la vida humana no debería depender de circunstancias que mueven emociones según vaya transcurriendo el tiempo, como tampoco permitir que el tiempo nos consuma como algo sin importancia dejando o abandonando nuestras importantes realizaciones en manos de gente inescrupolosa, carentes de valores y principios. (Alguna vez escuchamos decir que «la vida es corta y cara»).

Cabe destacar que desde la antigüedad hasta el presente, con base a observaciones y estudios realizados en el campo de las ciencias naturales, se estableció que los seres vivos son aquellos que nacen, crecen, se reproducen y mueren, de modo que encontrandose el ser humano en cabeza de dichos seres y partiendo del particular carácter de racionalidad consciente propio de su naturaleza, a este le es dado tener conciencia de su vida en tanto que experiencias de la integridad: cuerpo y mente.

En ese sentido, a todo ser humano, en el curso del ciclo vital le está dado el compromiso de velar para sí y su entorno de la construcción de las condiciones favorables para que de manera permanente y progresiva se haga satisfactoriamente viable dicho ciclo. Esto viene dado en la naturaleza humana, de aquí que, cuando no se conocían ideologías ni las explicaciones filosóficas ni científicas, el ser humano descubrió que no le era satisfactorio quedarse en vida de cavernas ni chozas de paja; en efecto, desarrolló capacidades para lograr mejor rendimiento y calidad en la producción de su alimento, vestido, habitación, divulgación del conocimento (naciendo la educacion), vivir más y mejor (desarrollo de la medicina y la farmacia para la salud), con esto, el alcance de los bienes y servicios puestos a la orden de una vida plena de satisfacciones.

Con esto, en ese orden natural, el ser humano tambien descubrió y supo de agentes y factores que ponían en peligro a la vida en lo individual y en el conglomerado. Esto originó la creación de instituciones para el control, corrección, prevención y castigo de todo aquello que fuese perjudicial al ciclo vital.

Dicho lo anterior y procurando aportar aspectos esenciales a la conciencia y experiencia que nos viene dada en la naturaleza, hay que destacar que todo aquello que tienda a causar daño a cualquier aspecto del desarrollo en el ciclo vital debe y tiene que ser corregido, cortado y desarraigado. Esto es sentido de conservación. Y si alguien te quiere convencer que así por malas las cosas hay que aceptarlas y dejarlas, que ese es tu destino, que tu si eres inconforme; hay que responder que no es así, que el ser humano tiene la facultad de nacer, crecer y desarrollarse a plenitud de una manera favorable. De modo que -incluso en cuanto al morir, en condiciones naturales- el ser humano debe ser destinatario de la atención debida para que aún la muerte sea recibida en una expresión que pareciera contradictoria como lo es «el bien morir».

De esta manera, se ejerce la ESPERANZA PERMANENTE EN LA ESPECTATIVA PLAUSIBLE, marco de deseos y realizaciones objetivamente posibles del ciclo vital: CALIDAD TOTAL DE VIDA. Es lamentable que muchos seres humanos ignoren esta realidad a la que estamos llamados en la naturaleza. De tal manera que no por motivación ni emociones pasajeras el llamado es a corregir, cortar y mandar bien lejos todo aquello que afecte dañinamente nuestro ciclo vital.

Asdrubal Romero Silva
Abogado, Msc. en Ciencias Penales
Secretario político municipal – DEM Barinas
@AsdrubalRomer16