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“El respeto es un valor que conduce al hombre en la plenitud de mostrar reciprocidad, aceptar, estimar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos”.

Con los días, esta idea ha menguado en la aguda situación que atraviesa la nación, y es que en tal sentido hacia la relación entre quienes dirigen al país -de alguna forma u otra- y los individuos, que con ilusión, decidieron creer en quienes ahora solo fracasan al pacto con la dignidad y el respeto a esto; llevándonos a la interrogante de la insatisfacción reinante en los hogares de los humildes venezolanos, que con silencio lloran en la impotencia y frustración de saber que perdieron el tiempo en la decisión de elegir.

Trayendo como consecuencia que estos ya no serán engañados nuevamente por quienes llaman a elegir a ideologismo cirquero, que solo algunos pocos disfrutan, mientras ríen indiferentes de aquellos que esperanzado vislumbraban en una ilusión de un mejor bienestar.

Pero allí no termina el irrespeto: este se extiende y asienta en los profesionales que diariamente salen a exponer su vida por nada; amor con hambre no dura, (de nada sirve tanta vocación, si como pendejos trabajamos para que la gloria de nuestro trabajo la reciba otro). El valor a la vida, el respeto a los ciudadanos es un vinculo irrefutable que nos llama a reflexionar ¿Qué estamos haciendo? y es que de nada sirve las palabras bonitas, ni el dinero, porque cuando el respeto se acaba, se termina el amor y la ilusión de quien engañabas, haciendo abrir los ojos a quien con ansias añoraba que le miraras y valoraras.

El derecho a la vida, la compasión por quienes con fervor luchan para hacer de Venezuela una nación grande y poderosa no es una situación de pensar y analizar, es una obligación de actuar y dar a los millones de compatriotas las respuestas de y satisfacer la confianza depositada en quienes son elegidos para dirigirlos. La necesidad impera y el dolor crece lentamente como un globo que hasta a punto de estallar de tanta insatisfacción e irrespeto, ya no es una opción pensar que el tiempo borrará las heridas de quienes creyeron, pues no es un asunto de política, es un gesto de raciocinio.

La ausencia del respeto a quien con buena voluntad abrió sus brazos y no recibió más que bofetadas, deja abierta una posibilidad desalentadora de deslealtad y rebeldía.

 

Antonio Bermúdez
Licenciado en Administración de Empresas y Chef Profesional
Coordinador Estadal de Promoción e Valores de Vente Barinas
@chefbermudez