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El mayor fraude que encierra el 6 de diciembre no es el acto mismo, es el entramado desinstitucionalizador que le precede y el discurso ampliamente extendido que lo ha justificado en el país, dándole sello de exportación.

Hace 22 años nos introdujeron en el marco quimérico de la democracia «participativa y protagónica» de una República adjetivada como «Bolivariana». A través de un proceso -plagado de irregularidades- se impuso una Constitución repleta de conceptos y terminologías que nacieron en el vacío con un propósito bien definido desde el principio, regir desde un lenguaje jurídico y político sin solidez.

Lo que pocos cuentan es que aquellos deseos “populares” y «directos» son altamente excluyentes, se basan en que una mayoría de participantes puede desconocer a todos los demás. Debido a eso, estas premisas tuvieron sus ensayos en las asambleas revolucionarias que instauraron la “sanidad pública” -exterminio de lo no revolucionario- en la Francia de finales del siglo XVIII.

Así es como en Venezuela ese vago y repetido concepto de ·pueblo· es el grupo de extras para una obra de propaganda destinada al mundo: la democracia popular, total, revolucionaria, participativa y protagónica. Por eso los tumultos y numerosas elecciones de bajos estándares democráticos son su fe de vida.

Asumiendo el germen de premisas radicales -como las de Marx al verse inspirado en La Comuna de París- el régimen venezolano ha mantenido vivo el imaginario de democracias donde masivamente se refrenda todo, todo el tiempo, fascinando en Europa, Latinoamérica y a un influyente sector estadounidense.

Tal cual Marx, Lenin y su principal interlocutor caribeño, Castro, la idea es confrontar a las democracias representativas o todo lo que sea democracia liberal como burguesas y contrarias al pueblo.

En el fondo solo conciben como alternativa algo similar a la siempre mayoritaria dictadura del proletariado, pero ya no pueden usar esos términos, por ello asumen la «democracia total» que aspira el mostrarse íntegramente asamblearia y directa. De allá nace el repetido empeño del régimen el venezolano en crear un Estado con un Poder Electoral dedicado a pantomimas de democracia y comunas como la venidera base de un Estado.

Este discurso -desgraciadamente- es asumido hasta por un sector mayoritario de la Asamblea Nacional opositora. Carentes de referencias conceptuales y abundantes en superficialidad, asumieron estas premisas con naturalidad. Debido a ello plantean -años después de haber sido embestidos como diputados para deponer la tiranía- que hay que seguir haciendo consultas a la población sobre los mandatos que les competen a ellos mismos, es decir, otra pantomima electoral.

Unos dirigentes desmontaron la representatividad y otros no desean asumir responsabilidades, dejando así a los venezolanos en orfandad. Ahora solamente la ciudadanía puede ser la albacea del tipo de Estado a instituir en un país a la deriva conceptual, muy adecuada al régimen que se impone en la nada.

 

Andrés Segovia
Vente Trujillo
@ReporteroAndres