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A medida que transcurren los días, el colapso de los servicios públicos, la destrucción de la economía y la incertidumbre política, genera una carga importante de ansiedad en los venezolanos. Es responsabilidad del liderazgo político enviar las señales correctas para orientar a los ciudadanos y reencauzar las acciones que sirvan para empezar a recuperar la confianza de los ciudadanos en los dirigentes políticos que los representan, para así, estimular la participación ciudadana en el proceso de liberación nacional.

Los próximos días serán puestas a prueba las ofertas políticas disponibles. Por un lado, el evento electoral del 6 de diciembre, que no es reconocido por la mayoría de los venezolanos, por la oposición oficial, ni por los países democráticos del mundo que reconocen a la Asamblea Nacional electa en diciembre del 2015 como el último reducto con legitimidad democrática del país; y por otro lado, el llamado a participar en una consulta popular realizado por el gobierno interino, que no termina de explicar cómo eso contribuirá a lograr el ansiado cese de la usurpación, para iniciar el proceso de transición hacia la democracia en Venezuela. Ni el por qué debe consultar la Asamblea Nacional el ejercicio de sus atribuciones, consagradas en la Carta Magna.

No es momento para simplificar nuestra realidad, enfrentamos un escenario muy complicado; y no hay una solución sencilla para un problema tan complejo. Venezuela se ha convertido en un ecosistema criminal donde grupos criminales de distintas características se disputan el control territorial y la soberanía. No es tiempo de hacer cualquier cosa para salir del paso y ganar tiempo, debemos hacer uso de todos los recursos y atribuciones disponibles, tanto en nuestra legislación interna, como en los tratados internacionales vigentes y válidamente suscritos por la república, para convocar y articular todas las fuerzas necesarias que nos permitan conquistar la democracia de nuestro país.

Aquí debemos empezar a identificar los nudos gordianos que nos impiden avanzar. En la política venezolana existe un componente ideológico que se ha convertido en un enorme y pesado lastre, por un lado el socialismo carnívoro y depredador que impulsa el régimen que usurpa el poder; y como contra oferta, una especie de socialismo vegano promovido por la alianza de partidos que conforman el gobierno interino. Los dogmas ideológicos de unos y otros han conspirado contra nuestra libertad, con el agravante de que además representan una amenaza para destruir las democracias liberales de Occidente. Nuestro problema va más allá de Maduro, como ha comentado María Corina Machado: “Es un sistema de mafias, narcotráfico, terrorismo y corrupción, que ha penetrado muchos sectores de nuestra sociedad, a través de la corrupción, la extorsión y la tortura”.

El hecho de que 62,2% de los venezolanos no se identifique con ninguno de los dos abanderados políticos que se disputan el poder -Maduro y Guaidó-, empieza a despejar el camino para que una figura emergente, no perteneciente a ninguna de las opciones del establishment, se posicione como una alternativa real para los venezolanos. De manera que lo fundamental en nuestro caso, además de una estrategia acertada, es mantener el trabajo constante y la organización ciudadana que nos facilite la articulación necesaria hasta aglutinar la masa crítica suficiente para desafiar y derrotar al régimen. Así que no es tiempo de juzgar cada día por la cosecha que recogemos, sino por las semillas que plantamos, porque no podemos aspirar un resultado positivo teniendo una actitud negativa o inerte, es imprescindible mantenernos en movimiento. Los resultados llegarán más temprano que tarde. Pero para ello, debemos asegurarnos de que nuestro peor enemigo no viva entre nuestros dos oídos. No es suficiente con resistir, es necesario luchar y vencer tanto a la desesperanza como a sus agentes.

 

Ánimo. Foco en el objetivo. Los vamos a derrotar.

@pgalvisve