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El politiquero no solo es aquel ciudadano que anda de partido en partido para concretar sus negocios personales, sino también todo aquel que práctica la demagogia y el populismo ofreciendo toneladas de paquetes de derechos sociales muy dulces y atractivos en la teoría, pero inviable en la practica.

Sin embargo, cumplen el propósito de manipular y ganar adeptos en provecho de su interés personal, valiéndose del hambre y la esperanza del ciudadano, quien en situación de desvalido ingenuamente busca algún mesías para conseguir soluciones ineficientes, mediocres y viciosas que le generan a su vez otros problemas adicionales. En este sentido, el politiquero ha sido y siempre será un enemigo oculto que tiene el ciudadano, pues es menester que este último sea pobre, viva en miseria e ignorancia para que el politiquero siga explotando su fe y alimentado sus esperanzas, con lo cual busca conseguir el legítimo apoyo de las mayorías oprimidas para obtener sus máximos beneficios personales en el ejercicio indebido del poder.

El politiquero se auto percibe como el defensor de los pobres y se arroga el derecho de pensar, hacer y actuar en nombre de estos mismos pobres, decidiendo su mejor y más conveniente forma de vida, con lo cual pretende expropiarle su autonomía y todas las formas de libertades, no dadas por el hombre, sino por dios en su divina creación.

En contraste a esta perversa práctica de la politiquería, tenemos en la dirección correcta al político decente, honesto, quien en el marco de la ética, la moral y las buenas costumbres ejerce la política, entendida como toda acción humana que investiga, estudia, evalúa, sistematiza y propone con estrategias y proyectos estructurados, modelos y formas de gobiernos con poderes y funciones limitados para la concepción, diseño y construcción de soluciones eficientes, oportunas y sustentables de los desafíos crecientes que enfrenta y demanda día a día la sociedad moderna, apalancado en la capacidad, talento y esfuerzo del ciudadano que le permita alcanzar su bienestar individual, siguiendo el orden, la justicia y la libertad hasta inevitablemente lograr el bienestar y el pleno desarrollo de la sociedad a la cual servimos en perfecta armonía y la necesaria cooperación mutua entre la libertad individual y las libertades colectivas.

En nuestra Venezuela para superar la crisis que hoy nos agobia y nos ocupa, debemos vencer, neutralizar y desalojar, en primer lugar, a los oportunistas politiqueros, para poder avanzar con firmeza y fuerza hacia la efectiva erradicación del socialismo empobrecedor y dar paso al nacimiento de un sistema de políticas de derecha liberal, fundamentado en sus 3 pilares: gobierno de poder y funciones limitados, mercado libre y el irrestricto respeto al derecho de la propiedad privada.